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-Piensa en cuánto me quieres -había susurrado-. No te voy a pedir que me quieras siempre<br />
como ahora, pero sí te pido que lo recuerdes. Pase lo que pase, siempre quedará en mí algo<br />
de lo que soy esta noche.<br />
Pero Dick se había alejado de ella para poder salvarse y se puso a pensar en ello. Se había<br />
perdido á sí mismo, aunque no hubiera podido decir la hora, el día o la semana, el mes o el<br />
año en que aquello había ocurrido. En otros tiempos había sido capaz de vencer las<br />
dificultades y resolvía la más enrevesada de las ecuaciones como si se tratara del problema<br />
más simple del menos complicado de sus pacientes. Pero entre el momento en que había<br />
encontrado a Nicole como una flor bajo una piedra del lago de Zurich y el de su encuentro<br />
con Rosemary, aquella capacidad había desaparecido.<br />
Aunque no era por naturaleza nada codicioso, el ejemplo de su padre, que había luchado<br />
por salir adelante en parroquias pobres, había despertado en él un deseo de tener dinero. No<br />
se trataba de la saludable necesidad de sentir seguridad: nunca se había sentido más seguro<br />
de sí mismo, más totalmente independiente, que en la época en que se casó con Nicole. Y,<br />
sin embargo, lo habían comprado como a un gigoló y de algún modo había permitido que<br />
encerraran su caudal en las cajas de seguridad de los Warren.<br />
-Deberíamos haber celebrado un contrato de compraventa en toda la regla, pero todavía no<br />
se ha cerrado la transacción. He malgastado ocho años enseñando a los ricos las reglas más<br />
elementales de la ética, pero todavía no he dicho la última palabra. Todavía me quedan<br />
demasiadas cartas por jugar.<br />
Prolongó su paseo entre los rosales descoloridos y los dulces helechos húmedos que apenas<br />
distinguía en la oscuridad.<br />
<strong>La</strong> temperatura era suave para el mes de octubre, pero hacía suficiente fresco como para<br />
que tuviera que llevar una chaqueta gruesa de tweed abotonada al cuello con una pequeña<br />
cinta elástica. Se destacó una silueta de la forma oscura de un árbol y Dick supo, sin<br />
necesidad de verla, que era la mujer con la que se había cruzado en el vestíbulo cuando<br />
salía. Había llegado a un punto en que se enamoraba de todas las mujeres bonitas que veía,<br />
de sus siluetas a lo lejos, de sus sombras en un muro.<br />
<strong>La</strong> mujer le daba la espalda mientras contemplaba las luces de la ciudad. Dick encendió una<br />
cerilla y ella debió oír el sonido, pero permaneció inmóvil.<br />
¿Era aquello una invitación, o una indicación de que estaba ajena a todo? Dick llevaba<br />
mucho tiempo alejado del mundo en el que los deseos simples se satisfacen de una manera<br />
simple y se sentía torpe e inseguro. ¿No habría algún código secreto por el que se<br />
reconocieran entre sí rápidamente los que vagaban en la oscuridad de los balnearios?<br />
Tal vez fuera él el que tuviera que dar el siguiente paso. Los niños, aunque no se conozcan,<br />
simplemente se sonríen y dicen: ¿Jugamos?