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El general tenía una postura perfectamente natural, con las manos colgándole a los lados,<br />
mientras esperaba que le dieran una mesa. Hubo un momento en que echó hacia atrás los<br />
brazos de repente, como si fuera a saltar, y Dick dijo: ¡Ah!, al suponer que había perdido el<br />
control, pero el general se recuperó y todos respiraron aliviados. Lo peor ya casi había pasado,<br />
le estaba colocando la silla el camarero y...<br />
El conquistador levantó una mano con cierta furia y se rascó la inmaculada cabeza gris.<br />
-¿Lo veis? -dijo Dick muy ufano-. Soy el único.<br />
A Rosemary no le cabía la menor duda, y Dick, consciente de que nunca había tenido un<br />
público tan entusiasta, logró que su grupo brillara tanto entre todos los demás que<br />
Rosemary miraba a todos los que no estaban sentados a su mesa con una mezcla de<br />
indiferencia e irritación. Llevaban dos días en París, pero, en realidad, era como si<br />
estuvieran todavía en la playa, bajo la sombrilla. Cuando, como había ocurrido en el baile<br />
del Corps des Pages de la noche anterior, Rosemary, que todavía no había asistido en<br />
Hollywood a las fiestas más exclusivas, se encontraba en un ambiente que le imponía, Dick<br />
se lo hacía todo asequible al saludar sólo a unas cuantas personas; hacía una especie de<br />
selección (los Di-ver parecían conocer a una infinidad de gente, pero con todos era siempre<br />
como si no les hubieran visto en muchísimo tiempo y les sorprendiera enormemente verles:<br />
«¡Pero dónde os metéis!») y luego recreaba la unidad de su propio grupo eliminando a los<br />
intrusos de manera cortés pero tajante, con un golpe de gracia irónico. A Rosemary le<br />
llegaba a parecer que también ella había conocido a aquellas personas antes, en<br />
circunstancias que era mejor olvidar, y al reconocerlos, los rechazaba, los eliminaba de su<br />
vida.<br />
Su propio grupo era a veces abrumadoramente americano y otras veces apenas lo era. Lo<br />
que Dick hacía era devolver a todos su verdadero ser, borroso tras los compromisos de no<br />
se sabe cuántos años.<br />
En el restaurante en penumbra, que se había cargado de humo y olía a toda la sabrosa<br />
comida cruda del buffet, apareció delicadamente el traje azul celeste de Nicole como un<br />
fragmento escapado de la atmósfera exterior. Al ver reflejada su belleza en la mirada de<br />
todos, les dio las gracias con una sonrisa radiante de reconocimiento. Durante un rato<br />
estuvieron todos encantadores, muy atentos unos con otros y demás. Pero se cansaron de<br />
aquello y pasaron a ser graciosos y mordaces y, finalmente, a hacer miles de planes. Se<br />
rieron de cosas que luego no iban a recordar con claridad; se rieron mucho y los hombres se<br />
bebieron tres botellas de vino. <strong>La</strong>s tres mujeres que había en la mesa eran perfectos<br />
ejemplos del enorme flujo de la vida norteamericana. Nicole era nieta de un capitalista<br />
norteamericano que todo lo había conseguido con su propio esfuerzo y nieta también de un<br />
conde de la Casa de Lippe Weissenfeld. Mary North era hija de un oficial empapelador y<br />
descendiente del Presidente Tyler. Rosemary pertenecía a la clase media y su madre la