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Suave Es La Noche

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-<strong>Es</strong> la carta de una perturbada -dijo-. No tuve relaciones de ningún tipo con esa chica. Ni<br />

siquiera me era simpática.<br />

-Sí. <strong>Es</strong>o es lo que me gustaría creer -dijo Nicole.<br />

-Supongo que no creerás lo que dice.<br />

-Ya no sé qué creer.<br />

Dick se sentó junto a ella y dijo, en tono de reproche: -<strong>Es</strong>to es absurdo. <strong>Es</strong> la carta de una<br />

enferma mental.<br />

-Yo fui una enferma mental.<br />

Dick se puso en pie y habló en tono de más autoridad.<br />

-Bueno, ya está bien de tonterías, Nicole. Ve a llamar a los niños y pongámonos en<br />

marcha.<br />

Con el coche, que conducía Dick, fueron siguiendo los pequeños promontorios del lago, y<br />

el reflejo de la luz sobre el agua incendiaba el parabrisas. Pasaron, como por un túnel, entre<br />

cascadas de verdor. Era el coche de Dick, un Renault tan diminuto que todos sobresalían de<br />

él, excepto los niños, entre los cuales se elevaba la figura de la «mademoiselle» como un<br />

mástil en el asiento de atrás. Se conocían aquella carretera de memoria: sabían en qué punto<br />

exacto iban a sentir el olor de los pinos y del humo de las carboneras. El sol, que estaba alto<br />

y parecía tener una cara dibujada, golpeaba brutalmente los sombreros de paja de los niños.<br />

Nicole estaba callada; a Dick le inquietaba su mirada fija y dura. A menudo se sentía solo<br />

junto a ella y muchas veces le cansaba con los breves torrentes de revelaciones de tipo<br />

personal que reservaba exclusivamente para él (« Así es como soy» o «No, no, soy más<br />

bien así»), pero esa tarde se habría alegrado de que se pusieran a parlotear un rato de<br />

aquella manera: por lo menos habría tenido una idea de lo que estaba pensando. <strong>La</strong><br />

situación era siempre más inquietante cuando se encerraba en sí misma y cerraba las<br />

puertas tras sí.<br />

En Zug se bajó del coche la «mademoiselle» y los dejó. Antes de llegar a la feria de Agiri,<br />

los Diver tuvieron que adelantar a una caravana de apisonadoras gigantescas que les iban<br />

cediendo el paso. Dick aparcó el coche y, como Nicole le estaba mirando sin dar señales de<br />

querer moverse, dijo:<br />

-Venga, cariño.

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