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Suave Es La Noche

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deseó que no tuviera un pasado, que fuera simplemente una muchacha perdida sin más señas<br />

que la noche de donde había salido. Fueron al escondrijo en donde había dejado el<br />

gramófono, torcieron a la altura del taller, treparon por una roca y se sentaron tras un muro<br />

bajo en la noche inmensa que avanzaba.<br />

Ya estaban en América. Ni siquiera Franz, que estaba convencido de que Dick era un<br />

donjuán irresistible, se podía haber imaginado que iban a llegar tan lejos. Lo sentían tanto,<br />

cariño. Los dos fueron a la cita en un taxi, cielo. Los dos tenían sus preferencias en materia<br />

de sonrisas y se conocieron en el Indostán, y debieron pelearse poco después, porque nadie<br />

lo sabía y a nadie parecía importarle. Pero finalmente uno de ellos se fue y dejó al otro<br />

llorando, tan triste y tan solo.<br />

Aquellas canciones insustanciales, en las que se enlazaban el tiempo ya perdido y las<br />

esperanzas futuras, giraban y giraban en la noche de Valais. En los momentos en que el<br />

gramófono dejaba de sonar, un grillo dominaba el ambiente con una sola nota. De vez en<br />

cuando Nicole paraba el aparato y le cantaba a Dick.<br />

Si pones un dólar de plata en el suelo verás cómo rueda porque es muy redondo...<br />

De la impecable separación de sus labios no parecía salir aliento alguno. De pronto Dick se<br />

puso en pie.<br />

-¿Qué pasa? ¿<strong>Es</strong> que no le gusta?<br />

-Claro que me gusta.<br />

-<strong>La</strong> cocinera que tenemos en casa me enseñó ésta:<br />

Una mujer nunca sabe<br />

lo bueno que es su marido hasta que ya lo ha perdido...<br />

-¿Le gusta?<br />

Le sonrió, asegurándose de que la sonrisa recogía todo lo que había en su interior y se lo<br />

ofrecía a él; le prometía lo más profundo que había en ella a cambio de bien poco: el latido<br />

de una respuesta, la tranquilidad de notar en él una reacción con la que se sintiera halagada.<br />

Por momentos iba penetrando en ella toda la dulzura de los sauces, toda la dulzura del<br />

oscuro mundo.<br />

Nicole se puso en pie también y, al tropezar con el gramófono, fue a dar contra Dick, se<br />

apoyó un instante en su hombro redondeado.<br />

-Tengo otro disco más -dijo-. ¿Ha oído Hasta luego, Letty? Supongo que sí.<br />

-Pero en serio, aunque no me quiera creer: no he oído absolutamente nada.

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