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Suave Es La Noche

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33<br />

Como la mujer franca y abierta que era, se fue hacia la casa arrastrando su secreto con ella,<br />

mientras Rosemary la miraba con reprobación. Earl Brady le propuso ir paseando hasta el<br />

pretil del acantilado, pero ella pensaba que le tocaba ahora disfrutar un poco de la presencia<br />

de Dick Diver cuando volviera a aparecer, de modo que se disculpó y se quedó escuchando<br />

una discusión entre McKisco y Barban.<br />

-¿Por qué quiere usted luchar contra los soviéticos? -decía McKisco-. ¡El experimento más<br />

grandioso que nunca haya hecho la humanidad! ¿Y el Rif? Me parece a mí que sería más<br />

heroico luchar del bando que tiene la razón.<br />

-¿Y cómo sabe usted cuál es? -preguntó Barban secamente.<br />

-Bueno, las personas inteligentes lo suelen saber.<br />

-¿<strong>Es</strong> usted comunista?<br />

-Soy socialista -dijo McKisco-. Me solidarizo con Rusia.<br />

-Pues yo soy un soldado -repuso Barban afablemente-. Mi trabajo consiste en matar gente.<br />

Luché contra<br />

d Rif porque soy europeo, y he luchado contra los comunistas porque quieren arrebatarme<br />

lo que me pertenece.<br />

-En mi vida he oído un pretexto más reaccionario.<br />

McKisco miró en torno a sí buscando la complicidad burlona de alguien, pero no tuvo<br />

ningún éxito. No tenía idea de la clase de contrincante que era Barban, ni tampoco de lo<br />

simples que eran sus ideas y lo compleja que era su formación. McKisco sabía lo que eran<br />

las ideas y, a medida que se desarrollaba su intelecto, se sentía capaz de reconocer y<br />

clasificar un número cada vez mayor de ellas, pero enfrentado<br />

a un hombre al que consideraba «estúpido» y en el que no encontraba ninguna idea que<br />

pudiera reconocer como tal y ante el que, sin embargo, no podía sentirse superior, llegó a la<br />

conclusión de que Barban era el producto final de un mundo caduco y, por tanto, sin ningún<br />

valor. De los contactos que McKisco había tenido con gente de la alta sociedad norteamericana<br />

se le habían quedado grabados su esnobismo indeciso y desmañado, su<br />

complacencia en su propia ignorancia y su grosería deliberada, todo ello plagiado de los<br />

ingleses sin tener en cuenta factores que dan un sentido al prosaísmo complaciente y la<br />

grosería de los ingleses, y aplicado a un país en el que con un mínimo de conocimientos y<br />

educación se consigue más que en cualquier otro. Era una actitud que llegaba a su apogeo<br />

con el «estilo de Harvard» de hacia 1900. McKisco pensaba que aquel Barban era de ese<br />

tipo, y, como estaba borracho, había cometido la imprudencia de no acordarse de que le<br />

imponía respeto, y por eso se veía metido en aquel lío.

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