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Suave Es La Noche

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que lo pretendan. Nicole ni siquiera había hecho la menor intención de mostrarse<br />

impresionada, aunque le había dicho a Dick «Sí» y «Sí, yo también lo pensé».<br />

De todas formas, lo que sí sabía era que estaba más bien cansado y que era sólo la presencia<br />

de Rosemary y su estimulante juventud lo que le impulsaba a intentar aquel esfuerzo. Era<br />

testigo de que los cuerpos de sus hijos, rebosantes de nueva vitalidad, le producían el<br />

mismo estímulo, y se preguntaba fríamente si no se iba a poner en ridículo ante toda aquella<br />

gente. Los Diver eran mayores que todos los otros que estaban en la lancha y por muy<br />

corteses y considerados que se mostraran aquellos jóvenes, Nicole no dejaba de notar que<br />

en el fondo se estaban preguntando que de dónde habían salido semejantes vejestorios y<br />

echaba de menos la facilidad que tenía antes Dick para hacerse con todas las situaciones y<br />

salir siempre airoso. Pero él estaba concentrado en lo que iba a tratar de hacer.<br />

<strong>La</strong> motora redujo la velocidad a doscientos metros de la costa y uno de los jóvenes se lanzó<br />

al agua en plancha, nadó hasta la tabla que se movía a merced de la corriente, la hizo firme,<br />

trepó lentamente hasta ponerse de rodillas en ella y se puso en pie en cuanto la lancha<br />

empezó a acelerar. Echándose un poco hacia atrás, hizo oscilar pesadamente su ligero<br />

vehículo de uno a otro lado, trazando arcos lentos y jadeantes que cabalgaban sobre las<br />

estelas de espuma laterales al final de cada balanceo. Aprovechó un momento en que se<br />

encontraba directamente en la estela que dejaba la lancha para soltar la cuerda y, tras<br />

mantener el equilibrio un instante; se echó de espaldas al agua, desapareciendo como una<br />

estatua gloriosa y volviendo a aparecer como una insignificante cabeza mientras la lancha<br />

describía un círculo para ir a recogerlo.<br />

Nicole renunció a su turno y Rosemary cabalgó sobre la tabla con un estilo impecable pero<br />

sin hacer alardes, entre los gritos jocosos y entusiastas de sus admiradores. Tres de éstos se<br />

golpearon egoístamente por tener el honor de ayudarla a subir a la lancha y entre todos se<br />

las arreglaron para que se magullara la rodilla y la cadera al darse un golpe contra el<br />

costado de la embarcación.<br />

-Ahora le toca a usted, doctor -dijo el mexicano que llevaba el timón.<br />

Dick y el joven que quedaba se lanzaron al agua por el costado y nadaron hasta donde<br />

estaba la tabla. Dick iba a emplear el truco que sabía para ponerse en pie y Nicole empezó a<br />

mirarle con una sonrisa de desprecio. Lo que más le irritaba era que aquel alarde de<br />

destreza física iba dirigido a Rosemary.<br />

Cuando los dos hombres se habían dejado arrastrar el tiempo suficiente para encontrar un<br />

equilibrio, Dick se arrodilló y colocó la cabeza en la entrepierna del otro, agarró la cuerda y<br />

empezó a alzarse lentamente.<br />

Los que estaban en la lancha, que le observaban con mucha atención, se dieron cuenta de<br />

que estaba en apuros. Seguía teniendo una rodilla apoyada y el truco consistía en ende-

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