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Mientras se sentaba en el borde de la cama, tuvo la sensación de que todo estaba vacío: la<br />
habitación, la casa, la noche. En el cuarto de al lado Nicole se quejó en el sueño y Dick se<br />
compadeció de la soledad que pudiera estar sintiendo. Para él el tiempo estaba normalmente<br />
parado y cada pocos años se aceleraba precipitadamente como una película que se rebobinara<br />
muy deprisa. Pero para Nicole, el reloj, el calendario y los cumpleaños señalaban el<br />
paso de los años, y además debía hacer frente a la idea desgarradora de que su belleza se<br />
iba a marchitar.<br />
Incluso el último año y medio pasado junto al lago de Zug le parecía una pérdida de tiempo<br />
a Nicole, pues lo único que señalaba el paso de las estaciones eran los obreros que trabajaban<br />
en la carretera, que tomaban un color rosa en mayo, marrón en julio, negro en<br />
septiembre y otra vez blanco en la primavera. Había salido de su primera enfermedad<br />
vibrante con nuevas esperanzas; era tanto lo que esperaba y sin embargo se había visto<br />
privada de una existencia propia, pues sólo vivía a través de Dick, y había criado hijos que<br />
sólo podía fingir dulcemente que quería, como si fueran huérfanos que tuviera a su cargo.<br />
<strong>La</strong>s personas que le atraían, rebeldes casi siempre, la perturbaban y no le convenían.<br />
Buscaba en ellas la vitalidad que las había hecho independientes o creativas o fuertes, pero<br />
buscaba en vano, pues sus secretos yacían enterrados muy hondo en luchas de su infancia<br />
que ya habían olvidado. Lo que a esas personas les interesaba más de Nicole era su armonía<br />
y encanto aparentes, la otra cara de su enfermedad. Llevaba una vida solitaria teniendo<br />
como si fuera propiedad suya a Dick, que no quería ser propiedad de nadie. Dick había<br />
tratado en vano muchas veces de soltar las fuertes amarras que la ataban a ella. Pasaban<br />
juntos muchos ratos maravillosos, noches enteras conversando entre los momentos de<br />
amor, pero siempre que se alejaba de ella y se encerraba en sí mismo, la dejaba con Nada<br />
en las manos que miraba y miraba y llamaba por mil nombres distintos aun sabiendo que<br />
era sólo la esperanza de que él volviera pronto.<br />
Dick aplastó la almohada hasta endurecerla, se echó y apoyó la parte superior del cuello<br />
contra ella, como hacen los japoneses para que la circulación sea más lenta, y se durmió un<br />
rato más. Más tarde, mientras él se afeitaba, se despertó Nicole y se puso enseguida en<br />
movimiento, dando órdenes breves y tajantes a niños y criados. <strong>La</strong>nier entró a ver cómo se<br />
afeitaba su padre. Desde que vivía al lado de una clínica psiquiátrica sentía una confianza<br />
ilimitada en su padre y una gran admiración por él, a la vez que una indiferencia exagerada<br />
hacia todos los demás adultos; los pacientes le parecían o bien gente excéntrica o bien gente<br />
supercorrecta pero sin vitalidad ni personalidad algunas. Era un muchacho guapo que<br />
prometía mucho y Dick le dedicaba gran parte de su tiempo y tenía con él una relación<br />
como la de un oficial comprensivo pero exigente con un recluta respetuoso.<br />
-¿Por qué cada vez que te afeitas te dejas un poco de jabón en el pelo? -preguntó <strong>La</strong>nier.<br />
Dick separó con cuidado los labios cubiertos de jabón antes de responder: