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Suave Es La Noche

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84<br />

Y, como si nada hubiera ocurrido, las vidas de los Di-ver y sus amigas desembocaron en la<br />

calle.<br />

Sin embargo, habían ocurrido demasiadas cosas. <strong>La</strong> partida de Abe y la inminente partida<br />

de Mary para Salzburgo esa misma tarde ponían fin a aquellos días que habían pasado en<br />

París. O tal vez fueran los disparos, la brutal sacudida con que había terminado Dios sabe<br />

qué sombría historia, los que los habían puesto fin. Los disparos habían pasado a formar<br />

parte de sus vidas. Los ecos de aquella violencia les siguieron hasta la acera, donde,<br />

mientras esperaban un taxi, dos mozos de estación comentaban el incidente junto a ellos.<br />

-Tu as vu le revolver? Il était trés pétit. Un vrai bijou. Un jouet.<br />

-Mais assez puissant! -dijo el otro mozo juiciosamente-. Tu as vu sa chemise? Assez de<br />

sang pour se croire á la guerre.<br />

XX<br />

En la plaza, cuando salieron, una masa flotante de gases de escape se cocía lentamente al<br />

sol de julio. Era realmente terrible. Al contrario que el calor puro, no evocaba la posibilidad<br />

de una huida al campo, sino que sólo sugería carreteras asfixiadas con el mismo asma<br />

nocivo. Mientras comían al aire libre enfrente de los jardines de Luxemburgo, Rosemary<br />

tenía retortijones de tripas y la misma fatiga la hacía sentirse impaciente, inquieta. <strong>Es</strong>e<br />

estado de ánimo ya se venía fraguando en la estación y era lo que la había hecho acusarse<br />

de egoísta.<br />

Dick no tenía la menor sospecha de que se hubiera producido un cambio tan abrupto. Se<br />

sentía profundamente desgraciado, y al estar más absorto en sí mismo como consecuencia<br />

de ello, no se estaba dando tanta cuenta de lo que ocurría a su alrededor y se había quedado<br />

privado, de momento, de las amplias reservas de imaginación con que contaba para<br />

formular sus juicios.<br />

Después de que se hubiera ido Mary North, acompañada de un profesor de canto italiano<br />

que había tomado café con ellos y que la iba a llevar a la estación, Rosemary se levantó<br />

también porque tenía una cita en los estudios, «tenía que entrevistarse con unos altos<br />

ejecutivos».<br />

-¡Ah! -dijo-. Si Collis Clay, ese chico del sur... si aparece mientras estáis aquí, decidle que<br />

no he podido esperarle. Que me llame mañana.

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