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v. La familia con hijos adolescentes - M-cano.com

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Manual de Orientación y Terapia Familiar 133<br />

unidad que se explica en multiplicidades. Y una misma explosión que el adulto<br />

quisiera dominar y no puede.<br />

Ahí está el problema. Ese hijo ¿qué es? ... Es una pregunta espinosa: porque<br />

ya no se es lo que era (niño), pero aún no es, o todavía no es lo que ha de llegar<br />

a ser (adulto). El hijo adolescente es tierra de nadie... No es ya, pero todavía no<br />

es... Y, sin embargo, el adulto no ha captado esta realidad en la que, paradójicamente,<br />

se encuentra atrapado. Porque la dificultad, lo ingrato, lo verdaderamente<br />

tumultuoso está en que la relación padre/hijo adolescente, madre/hijo<br />

adolescente, adulto/adolescente, se plantea en la ambivalencia de lo que no es<br />

ya ni todavía a empezado a ser. El drama del adolescente está en que, a pesar<br />

de eso, se le trata <strong>com</strong>o a un niño mientras que al mismo tiempo se le exige<br />

<strong>com</strong>o a un adulto. Ese es el meollo de este ciclo vital adolescente.<br />

Se le trata <strong>com</strong>o a un niño. Es decir, no se le deja opinar <strong>con</strong>forme a lo que va<br />

descubriendo <strong>com</strong>o <strong>con</strong>secuencia lógica de su desarrollo intelectual; no se le<br />

deja expresar sentimientos porque IItodavía es un crío"; no puede manifestar<br />

que tiene ciertas dificultades que <strong>con</strong>stituyen todo un mundo de emociones<br />

en<strong>con</strong>tradas y sentimientos nada clarificados, porque eso no es propio de su<br />

__ edad. Ni en lo afectivo, ni en lo social, ni en lo religioso, ni en lo ético, puede<br />

decir nada. Es muy niño.<br />

Pero al mismo tiempo se le exige <strong>com</strong>o a un adulto. Tiene que ser responsable,<br />

no puede ser inestable, no se le <strong>con</strong>siente que tenga altibajos propios de su<br />

encrucijada evolutiva. Y tendrá que IIren dir ll<br />

<strong>com</strong>o un adulto: en el estudio, en el<br />

trabajo, en la respuesta a las demandas de la sociedad, de la <strong>familia</strong>...<br />

Ese es el caos... Ese es el laberinto de la adolescencia. Porque su mundo<br />

emocional y afectivo permeabiliza cuanto vive, piensa, crea y desea. Y todo ello<br />

-frente a esa in<strong>com</strong>prensión del adulto- ha de hacerlo solo, a solas. En nuestra<br />

cultura no hay IIritos de iniciación ll<br />

que hagan sensible el paso de la infancia a<br />

la adolescencia. No sucede <strong>com</strong>o en otras culturas donde ciertos rituales hacen<br />

que todo el ambiente social sepa, acepte, respete y valore el paso que hace el<br />

niño a este nuevo nivel de mayores exigencias. Aquí, entre nosotros, no hay<br />

ritos cruentos. Pero hay un paso a otra edad, a otro nivel evolutivo, que, aunque<br />

incruento, no deja de ser terriblemente doloroso.<br />

***

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