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v. La familia con hijos adolescentes - M-cano.com

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Manual de Orientación y Terapia Familiar 165<br />

joven: lo que ha de buscar, y a lo que los padres y educadores han de <strong>con</strong>tribuir<br />

mediante su apoyo y ayuda, es una independencia madura y adulta, frente a la<br />

independencia infantil o neurótica que se oculta tras lo que voy a llamar<br />

inmediatamente el mito de la independencia.<br />

Con otras palabras: el joven psicológicamente sano busca y necesita una<br />

independencia madura, adulta y progresiva, puesto que en ella deberá poner,<br />

a partir de este ciclo vital, la base más sólida de su estabilidad personal. Pero<br />

esta independencia es perfectamente <strong>com</strong>patible, aunque aparente una paradoja,<br />

<strong>con</strong> un vínculo de dependencia que, a su vez, ha de ser igualmente<br />

maduro, adulto y progresivo.<br />

Por el <strong>con</strong>trario, lo que vemos en la <strong>con</strong>sulta es un gran número de personas<br />

jóvenes -y circunstancialmente en la etapa histórica de transición que estamos<br />

viviendo en España también un número abundante de adultos no maduros- que<br />

han intentado lograr una identidad personal a base de <strong>con</strong>seguir una deseada<br />

independencia interna mientras caen en un nuevo tipo de dependencia al buscar<br />

lo que querían por caminos básicamente infantiles, tales <strong>com</strong>o el de lograr a<br />

toda costa lo que no era más que el mito de la independencia.<br />

¿En qué <strong>con</strong>siste este "mito"?<br />

Tal vez pueda verse si <strong>com</strong>paramos los dos tipos posibles de dependencia<br />

que pueden darse. Ser independiente es, en algún sentido, ser libre para saber<br />

elegir lo más <strong>con</strong>veniente. Pero hay que advertir que aún la persona más madura<br />

tiene dependencias. Lo diferenciador, por tanto, no está en ser dependiente o<br />

independiente, sino en el modo de ser una y otra cosa.<br />

Una reflexión personal sobre cada uno de nosotros nos puede llevar a aceptar<br />

un hecho indiscutible: cada cual dependemos de otras muchas personas: en lo<br />

<strong>familia</strong>r (mi mujer, mi hijo, mis <strong>familia</strong>res), en lo social (mis vecinos, mis amigos,<br />

mis <strong>con</strong>ocidos), en lo profesional (mis "pacientes", mis alumnos, mis colaboradores,<br />

mis superiores). Pero lo que me da a mí el ser dependiente o independiente<br />

profundamente es si esas personas (<strong>familia</strong>res, amigos, superiores,<br />

alumnos...) me ayudan a ser yo-mismo (dependencia adulta, madura y objetiva)<br />

o me impiden ser yo-mismo (dependencia infantil, limitante, neurotizante). Si<br />

todos ellos posibilitan que mi personalidad se vaya realizando <strong>con</strong>forme a unas<br />

metas elegidas y aceptadas en mi decisión profunda, dependo de ellos pero de<br />

un modo que me dan seguridad, valor, posibilidad de estabilidad, impulsos para<br />

un permanente progreso en las distintas direcciones en que ha de discurrir mi<br />

vida adulta. Si, por el <strong>con</strong>trario, me paralizan, me limitan, me apartan en alguna

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