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v. La familia con hijos adolescentes - M-cano.com

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170 José Antonio Ríos González<br />

es cuando el proceso se presenta <strong>com</strong>o "crisis" que envuelve a todos los<br />

miembros del sistema <strong>familia</strong>r.<br />

Veamos qué sucede cuando un hijo "rompe" <strong>con</strong> el hogar.<br />

<strong>La</strong> marcha del hijo del hogar <strong>con</strong>stituye para el sistema <strong>familia</strong>r, y esencialmente<br />

para los padres, una ocasión inigualable para replanear muchas cosas.<br />

Culturalmente se <strong>con</strong>sidera "normal" que un hijo/hija abandone el hogar <strong>familia</strong>r<br />

cuando decisiones adultas le llevan a tomar una postura personal ante la vida<br />

y sus exigencias. Eso no es vivido emocional y socialmente <strong>com</strong>o una rotura.<br />

Es, suele decirse, "ley de vida". Y, tras la decisión, nada se rompe en los niveles<br />

afectivos: sigue el <strong>con</strong>tacto, se mantienen y reestructuran <strong>con</strong> mayor o menor<br />

dificultad los nuevos lazos emocionales, sin que ello suponga violencias de<br />

ningún tipo. <strong>La</strong> <strong>familia</strong>, por decirlo brevemente, no rompe nada esencial aunque<br />

se modifiquen vías y modos de <strong>com</strong>unicación, porque los padres tendrán que<br />

rehacer muchos aspectos de la propia vida al quedarse solos. Como ha<br />

expresado bellamente GUITTON (1973) quedan <strong>com</strong>o "supervivientes del<br />

amor" y vuelven a en<strong>con</strong>trarse frente a frente <strong>com</strong>o al inicio. Otras veces lo que<br />

queda en este momento crucial de la <strong>familia</strong> son lilas restos del naufragio".<br />

***<br />

<strong>La</strong> otra posibilidad es la de no ver la marcha del hijo <strong>com</strong>o "ley de vida". Supone<br />

un trauma y existe una especie de alarma social ante otros modos de rotura que<br />

están apareciendo: los <strong>hijos</strong> se marchan porque no se dejan <strong>con</strong>trolar o porque<br />

los padres no los saben <strong>con</strong>trolar debidamente. Los datos empíricos son<br />

evidentes: muchos <strong>hijos</strong> prefieren dejar la casa para instalarse por cuenta<br />

propia, ya sea a solas o ya sea <strong>com</strong>partiendo un nuevo piso <strong>con</strong> jóvenes de su<br />

misma edad, pero no exclusivamente del mismo sexo. Otros se marchan porque<br />

no soportan un determinado tipo de <strong>con</strong>vivencia <strong>familia</strong>r, sin faltar los que<br />

motivan su decisión en un abierto rechazo de las actitudes educativas de los<br />

padres.<br />

En síntesis: se prefiere al grupo, el piso propio, la vida en el apartamento frente<br />

a la vida de lo que algunos sectores de la juventud denominan lila <strong>familia</strong><br />

burguesa del siglo XIX".<br />

En este panorama, <strong>con</strong>templado a vista de pájaro pero que sintetiza una<br />

realidad social que nadie puede negar, surge una pregunta que no vamos a<br />

eludir aquí: ¿Qué está pasando tras estos hechos?<br />

Desde el punto de vista psicológico -<strong>com</strong>o psicólogo de la <strong>familia</strong> y de la edad<br />

evolutiva- no interesa lo anecdótico que no pasa de ser un efecto más o menos

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