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DÉCADA XI. CAPÍTULO PRIMERO. ARTÍCULO 8 75
imposibilitada para su logro en la falta de sus fuerzas y sobra de sus achaques:
pues con éstos no serviría en el convento más que de embarazarlo enferma, y sin
aquéllas no cumpliría con las obligaciones de monja. Pero hubo de allanarse al consejo
de quien gobernaba su alma, y con él recibió nuestro hábito y grandes mejoras
en la salud. Llamóse Perpetua de Cristo, y es hoy Priora hecha por aclamación con
tanto gusto de las monjas, cuantas han sido en la Priora las lágrimas.
Salieron del mismo Recogimiento otras dos para monjas nuestras: y hubo en
esto una circunstancia que pareció algo prodigiosa. María de Jesús (que así pienso
se llamaba) pidió a la Reina un lugar en su convento. Mandó Su Majestad a su secretario
(que siendo un eclesiástico grave, no era para la función desproporcionado
ministro) que buscase a los Carmelitas Descalzos, y se informase con ellos de las
cualidades de la pretendiente.
Ya se ve el cuidado con que el secretario procuraría acertar su comisión y orden
de la Reina: pero, no obstante esto, se equivocó de tal suerte, que hablando con
los Padres, y habiendo de nombrar para sacar el informe a María de Jesús, nombró
a María de San Antonio, entrambas del dicho Recogimiento. De ésta, pues, dijeron
los Padres tales cosas, que volviendo el secretario con la información a la Reina
hubo ella por dicha ofrecérsele tan aventajado sujeto, y la envió licencia para venir
a tomar el hábito.
Viéndose María de San Antonio con la licencia que no había pretendido, y sabiendo
la había pretendido Maria de Jesús, juzgó que había en esto engaño, y que la
licencia debía de venir para María de Jesús, y así lo dijo.
Supo la Reina lo que había pasado, y pareciéndole era voluntad de Dios que
María de San Antonio fuese monja en su convento, la envió para ello licencia como
también a María de Jesús, que era la verdadera pretensora. Tomaron entrambas el
hábito; pero el caso ha sido que María de San Antonio profesó, y es una de las religiosas
de más talento y espíritu que hay en aquel convento; y María de Jesús se
volvió al siglo.
Otras novicias tomaron en este tiempo el hábito: pero la brevedad y falta de noticias
no permiten particularizar su memoria.