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DÉCADA XI. CAPÍTULO TERCERO. ARTÍCULO 7 231
Señora de la Misericordia é iglesia de San Miguel, y las calles que se denominaron
de la Póbla Nóva y de la Póbla Vella, cuando aquel arrabal quedó convertido
en barriada de la ciudad por motivo del último ensanche llevado á cabo
en 1356. Dedicados se hallaban los moriscos de nuestra ciudad al ejercicio de la
industria y oficios mecánicos, que generalmente era ocupación mirada con desprecio
por quienes tenían por más digna la de las armas.
Otra gran parte de la morisma vivía en los arrabales de la margen izquierda
del Turia y se hallaba esparcida por la deliciosa vega, morando en barracas, alquerías
y pueblos de señorío, cuyos nombres remontaban su origen al de sus
fundadores, ascendientes de los que á la sazón se hallaban dedicados á la agricultura,
rindiendo vasallaje á sus conquistadores. Los numerosos moriscos que
moraban en los arrabales de la orilla izquierda del río fué causa de que á los
habitantes de Marchalenes se les designase comunmente con el nombre de moradores
de Argel, y al arrabal inmediato, ó sea la calle de Murviedro, se le llamase
Argel pequeño, o, como se dice en dialecto valenciano, Algeret. Excluidos estaban
por los Fueros del Reino de poder desempeñar empleos ni cargos públicos;
el antagonismo de razas y la diversidad de creencias religiosas era patente y se
exteriorizaba en cuantas ocasiones se ofrecían oportunas; la fusión se hacía cada
vez más difícil, y las conspiraciones de los moriscos, su espionaje en favor de
los piratas berberiscos y sus ofrecimientos al Sultán de Marruecos y otros gobiernos
extranjeros tenían en continuo sobresalto á la población cristiana.
Poco se conseguía con la predicación de la palabra divina, con las amonestaciones,
ni con los medios persuasivos empleados por la Iglesia, con la instrucción
en la Doctrina Cristiana, ni con los castigos y rigores empleados por el brazo
secular. La consternación llegó á ser general al inaugurarse el siglo XVII.
Juzgóse necesario y urgente garantir el orden interior y la seguridad del Estado.
Esto requería una medida eficaz y suprema, radical y definitiva. Don Juan de Ribera,
Patriarca de Antioquía y Arzobispo de Valencia, tomó la iniciativa presentando
un memorial al monarca Don Felipe III, en el que demostraba la necesidad
de expulsar del Reino á tan incómodos vecinos si quería salvar á sus Estados de
una próxima invasión y