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DÉCADA XI. CAPÍTULO SEXTO. ARTÍCULO 11 469
la grandeza que puede imaginarse, acompañado de oficiales y Ministros, y
puestos en forma en la anchurosa plaza, fueron caminando a la Iglesia al son de una
bien concertada salva de bélicos instrumentos y fogosa pólvora.
Estaba puesto en el cuerpo de la iglesia un sitial majestuoso, que ocupó el señor
Presidente, y escaños forrados con terciopelo carmesí para los señores; y
habiendo hecho oración, se dió principio a los divinos oficios; celebró la misa el M.
R. P. Ministro de Nuestra Señora de Gracia, con asistencia de los religiosos más
benémitos de su comunidad venerable. Este día estuvo oculto debajo de cortina el
Pan soberano de la gloria, como lo estuvo también el siguiente jueves, en que honró
la fiesta el Santo Tribunal de la Fé, porque no acostumbra el religioso celo de tan
católicos Príncipes estar con majestuosa y real grandeza a vista del Supremo Rey de
la Gloria. Predicó este día el M. R. P. Fray Luis de San Marcos, Lector de Teología,
y por lo delicado y sutil de su discurso pueden competir sus líneas con las de Apeles
y Protogenes, y aun merececían que con letras de oro se diesen a la estampa o
que se esculpieran en bronces para eterna memoria.
Su oración panegírica es la siguiente...
Aplaudió el auditorio, más que con voces, con admiraciones elocuentes lo generoso
de sus discursos, que, si las admiraciones tienen su origen del entendimiento
y las voces son expresión del cariño, juzgaron como sabios y justos que estas aclamaciones
nos las había de dar el afecto de la voluntad; porque pudieran presumirlas
gracia, sino la razón y el entendimiento a quien pertenece la justicia. Templaron los
músicos los instrumentos, y entre otras muy sazonadas, cantaron esta letra, que se
había hecho para este día...
Acabada la fiesta, salieron los señores con la misma autoridad y grandeza que
habían entrado, dejándonos muy ufanos con favores tan crecidos, y usando de sus
acostumbradas liberalidades, nos dieron libramiento de cien ducados para ayuda a
los gastos de las fiestas, censo que reconoció nuestra gratitud cargado sobre las
oraciones de la esta Comunidad. Repitióse la noche siguiente la misma vocación de
música, fuegos y luminarias, y todos se recogieron a la necesaria tarea del sueño y
descanso, para volver con más animo a la fiesta-palestra del siguiente día.