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DÉCADA XI. CAPÍTULO SEGUNDO. ARTÍCULO 5 179
Antonio se levantó animoso, y comenzó á luchar con uno de ellos. El otro le
dió en esto veinte y dos puñaladas, y con una de ellas le clavó impiamente el corazón.
Entre tantas ansias, no cessava de invocar á nuestra Divina Reyna, suplicandola
le conservasse la vida, hasta conessar sus culpas.
Viendo los Assassinos, que aun vivia, cogiendo uno de ellos un pesado canto,
le quebrantó con violento impulso la cabeza. Aqui es, quando segunda vez se levantó
Antonio con esfuerzo prodigioso, quitóles el puñal, y pareciendoles, que
ésta era animosidad mas que humana, le dexaron solo, poniendose en precipitada
fuga. A este tiempo, que seria como á las tres de la mañana, se oye tocar arrebatadamente
la campana de la Portería. Baxa presuroso el Padre Fr. Antonio de
San Fulgencio, y se lo halla pidiendo, que lo confiessen, y que lo lleven á la Capilla
de la Virgen. Confessóle este Religioso, si bien por respirar por la herida de
la garganta, no se le ministró el Viatico. En este interin llaman al Medico, y Cirujano,
los quales dixeron: que el vivir un solo instante era milagro patente.
Conduxeronlo no obstante al Hospital, donde al tercero dia, no solo se vió sano
de todas sus heridas, sino que vino por su pie á dár infinitas gracias á su Bienhechora.
Vean lo mucho que vale la invocacion de esta Sagrada Imagen. Dize:
VIRGEN DE EL NIÑO PERDIDO, y se levanta; VIRGEN DE CAUDIEL, y
animosamente lucha. HA ¡VIRGEN SANTISSIMA! y con valor inaudito los
desarma".
Vayan otros casos que ofrece el mismo libro 1 :
"El primero sucedió por el Noviembre de 1681. Francisco, hijo de Lucas Camarillas,
y Athanasia Gomez, vezinos de Caudiél, estudiava en Segorbe la Gramatica,
y fue al Palacio, por ver como en su patio se corria un Toro. Pusose en el
ultimo rellano de la escalera, y acometiendo el Bruto, se atropelló la gente, entróse
en Palacio, y quedó arrinconado este niño, que era de 13 años. Embistióle
el Toro ferozmente, y al tenerlo entre sus astas, invocó tiernamente á la Virgen
del Niño Perdido. Sacudióle en fin de su melena, y le arrojó escaleras abaxo,
dando un recio golpe en la primera grada.
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