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DÉCADA XI. CAPÍTULO SEXTO. ARTÍCULO 5 419
que Dios fué servido de llevarnos y traernos con bien, no se logre nuestro trabajo.–
El cual guarde a V. R. felices años. Santiago 29 de Abril de 1664".
Esta valiosa carta, que forma un como retrato de las virtudes y sencillez del autor,
no ha menester comentarios, y solamente nos debemos fijar en aquello de que
el hijo del Hermano fué portador de ella, como también de otros documentos de la
autoridad civil que atañían al modo de proporcionarse en Bogotá fondos de la Caja
real para dar a la misión en ciernes un pie de fuerza armada contra las intentonas de
los guahivos, los cuales subsidios, no habiéndolos obtenido, regresó Juan de Alarcón
a Santiago hacia principios de Septiembre del mismo año. No obstante, como el
Gobernador de Santiago conocía las buenas disposiciones de sus vasallos para fomentar
la obra de las misiones vivas, a 15 de Septiembre llamó a cabildo abierto a
todos los vecinos y les propuso, como católicos y leales ciudadanos, ayudasen con
limosnas para que se efectuase la segunda entrada en el Airico, al frente de la cual
iría el P. Fr. Juan de San Buenaventura escoltado por cuatro soldados españoles,
que tal era una de las condiciones que había capitulado el Hermano Cristóbal, e
insistían los achaguas en ella por conducto de varios postas que mandaron a la ciudad.
En esta ocasión demostraron los habitantes de Santiago una véz más la solidez
de su piedad y el aprecio que profesaban a los misioneros. La lista de las ofertas,
que figura en nuestro archivo provincial, es un lujoso argumento de lo dicho.
Y no se contentaron con ofrecer, sino que para el día 1.º de Noviembre tenían
entregadas las limosnas, y así, en amaneciendo el día 11, el P. Fr. Juan, cuatro españoles
y veinte achaguas prácticos rompieron marcha hacia el Vichada, donde,
según convenios, esperaban los caciques con sus tribus. Por achaques de salud suponemos
que no fué el Hermano Alarcón.
En obsequio a la brevedad omitimos lo que en otra parte queda narrado, y decimos
que, no creyendo prudente el P. Fr. Juan el fijar el pueblo en el Vichada,
obligó a los indios a pasar a este lado del Meta y a situar la doctrina cerca de la laguna
llamada Dumagua, nombre que hoy día tiene un río o caño cerca de San Pedro
de Upía y que