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HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS
otra en la forma de su arquitectura, porque es a la manera de un bernegal boca
a bajo, y así, comienza a subir desde el banquillo con medias cañas estriadas y fajas
rehundidas, adornadas de airosas pinceladas, van a rematar en punta de diamante al
anillo de la linterna, que es un cordón tallado, con florones en las puntas de las fajas,
y entre remate de faja y faja un donoso capricho, también de talla y de varios
coloridos. Encima de este anillo se levantan 16 pedestales tallados, que sustentan
otras tantas pilastras, que suben a recibir la cornisa de la linterna, y entre cada dos
pedestales un frutero tallado. Encima de estos pedestales corren hermosos baraustes,
que mirados desde abajo, no parece que los fingió el pincel, para que manifiesten
a la vista un hermoso corredor. Encima del cual, y entre las pilastras, hay ocho
ventanas arqueadas, con bastante descuello, y cerradas con cristalinas vidrieras, que
no sólo dan luz a la linterna, sino que la participan a la media naranja. Fúndase sobre
la pilastra la cornisa, y como es pequeña, y es forzoso que correspondan, según
el cuerpo, las molduras, filetes y medias cañas, avivadas con el pincel, se dejan percibir
desde abajo con hermosa variedad. Sobre esta cornisa estriba su media naranja,
y en medio va florón dorado; y como la luz que tiene es mucha, y su circunferencia
dibujada, parece un abreviado cielo. Tiene 6 pies de diámetro, 18 de circunferencia
y 18 de altura desde el anillo a la cúpula, y desde ésta al pavimento de la
capilla mayor 96 pies, que son 32 varas.
En los testeros del crucero, en medio de sus planos, a la parte de abajo de la
cornisa, están puestos dos admirables lienzos de Claudio Coello, célebre pintor de
nuestro católico Monarca Carlos II. El uno es del Nacimiento de Nuestro Redentor,
y el otro de la Oración del Huerto; y otro de la Concepción, de la misma mano, está
debajo del dosel del altar mayor. Subiéndonos con la vista a lo alto de las bóvedas
de este crucero, salen las aristas de los lunetos, guarnecidas de hermosos encajes,
rematan las de uno y otro lado en punta de diamante hacia la clave de la bóveda,
como que quieren embestir a un florón que el pincel dejó pendiente de ella. En el
crucero del lado de la Epístola, sobre el banquillo, se descuella una capaz ventana
de once pies de altura y casi cuadrada, y por estar al Mediodía no haber embarazos
de edificios por aquella parte, es clarísima la luz que