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DÉCADA XI. CAPÍTULO SEXTO. ARTÍCULO 10 463
el estandarte con mucha puntualidad, como generosas mariposas a la llama del
divino culto. Vinieron también las Sagradas Religiones Descalzas, cuyas finezas, en
la asistencia de todos los días que duraron las fiestas serán eternas en nuestra memoria
para el agradecimiento de tan fervorosos beneficios. Fueron llegando los Ministros
de la Santa Iglesia, música, seises y Colegio Eclesiástico, y todos los señores
del Cabildo, en aparato numeroso de coches, y para último complemento el Ilustrísimo
señor Arzobispo, que con su agradable y generosa presencia, digna de tan
sublimado empleo, lo llenaba todo. Franqueamos la casa toda a tan venerables y
magníficos huéspedes, y si fuera posible sirvieran de alfombras a sus pies las telas
de nuestros corazones, y aun no cumpliera debidamente nuestra gratitud, según el
crecido y fervoroso afecto con que nos favorecieron éste y los siguientes días, sin
que sirviese de estorbo a su ardiente piedad lo penoso de tan ásperas cuestas, porque
las hacía muy suaves el crecido amor con que nos favorecían, deuda que por
eternos siglos quedará estampada en nuestros reconocidos pechos.
Estando ya todo prevenido, se fué disponiendo la procesión con mucho orden.
El estandarte de la Nobleza tomó el primer lugar, o porque en el culto de lo sagrado
lleva la generosa sangre granadina la primacía a la de todas las ciudades del orbe, o
porque representándose en una procesión las bien concertadas hileras de un ejército,
quisieron tomar la vanguardia, por estar acostumbrados a que sus golpes sean
los primeros encuentros con quien tropiece el enemigo en las españolas campañas.
Fueron tomando sus puestos las Cofradías, y cuando ya quería salir a luz una tan
ostentosa procesión, envidiosas las nubes de tan majestuosa pompa, se convocaron
unas a otras para estorbarla, derramando repentinamente copiosos cristales, que a
breves minutos eran calles y plazas caudalosos ríos; así, fué forzoso que la procesión
se detuviese, que se lastimasen tan aseados y costosos altares, que se echasen a
perder tan ricas colgaduras y que se malograsen tan airosos lucimientos.
Por haber sido el concurso de los mayores que se han visto, y no poderse favorecer
con tanta presteza los que se hallaban en las calles y plazas, por ser tan repentino
el acometimiento de las lluvias, fueron muchos los remojados. Malogróse esta
tarde la más autorizada procesión