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DÉCADA XI. CAPÍTULO PRIMERO. ARTÍCULO 8 89
él con extraordinario gozo, y al instante dió las nuevas al Prior, pidiéndole, o
por urbanidad o por escrúpulo, licencia para se ir a la Reforma. Concediósela el
Prior con mucha facilidad, pero con la misma se la revocó dentro de pocas horas.
Atajado con esta revocación el pretendiente, se aconsejó con un insigne teólogo: y
diciéndole éste que no le parecía se partiese sin licencia, cedió a su dictamen y remitió
al P. Prior el correo, avisándole que no iba diciéndole la causa.
Al dia siguiente volvió a tentar al Prior, por ver si le sacaba la licencia. Hizo
mejor lance: porque el Prior se la dió de uno para otro, si bien en lo público la coloreó
con nombre de licencia para ir a un lugar cercano, y así se la dió por escrito.
Apenas había el pretendiente alcanzado la licencia, que le costó hartas penas, cuando,
entre el deseo de lograrla y el miedo de volver a perderla, cogió de su corto
ajuar lo preciso, y dejando por la prisa lo que no lo era tanto, despidióse de los Padres
y salióse del convento, pintándole su temor que en cada paso que daba el Prior
le detenía.
Subió en un caballo que le había prevenido un su paisano, dejó a Evora que
dista 20 leguas de Lisboa, y caminólas en poco más de un día y dos noches a pesar
de su sueño y su cansancio. Deseaba llegar, y en quien lo desea de veras el compás
de los pasos son los deseos. Embarcóse en Aldagallega las tres leguas de río que la
dividen de Lisboa, y llegando a esta ciudad, sin desembarcar en ella pasó a otro
barco, y caminó a su deseado convento de los Descalzos. No halló al P. Prior: pero
viniendo a la noche, le recibió en los brazos, diciéndole: Filius sudoris mei, hijo de
mi sudor: y con razón, porque el alcanzarle la licencia le costó en afanes y sudores
una sangrienta batalla.
Llegada dentro de dos días la fiesta de Santa María Magdalena, le vistió el
mismo P. Prior el hábito, y le mudó el nombre. Hay esperanzas de que Dios le haga
un santo. Y sabiendo que este papel había de ir a las manos de V. S. la quiso suplicar
que, como repartidora de los servicios que hacen a N. Señor así V. S. como las
demás dichosas esposas suyas en ese santo convento, le aplique V. S. por limosna
alguna parte, para que se logren tan justas esperanzas. Para esto toma para con V. S.
un gran valedor, que es el amor de Dios: y como este arde en V. S. y en esa casa
tanto, no podrá dejar de lucirle mucho.