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DÉCADA XI. CAPÍTULO PRIMERO. ARTÍCULO 5 37
a caer prisionero y a derramar la sangre por sus queridas ovejas.
Traigamos una cita compendiosa del P. Cronista General 1 :
"Sucedió también, que en el presidio de Santa Catalina estuvieron cuatro meses
sin ministros los vecinos y soldados, excusándose muchos eclesiásticos porque
se padecen graves desconsuelos: pidió el Presidente de Panamá a dicho Provincial
que lo tomase a su cargo, y le encargó este empleo al P. Fr. Bartolomé de
San Gregorio el cual admitió con tanto empeño la empresa, que se expuso muchas
veces a perder la vida".
Véase, pues, cómo los Padres Agustinos Recoletos de América echaban sobre
sus hombros los ministerios más arduos, sin que les quedase otro galardón que la
corona del cielo y el aplauso de los ángeles custodios, bajo cuyo amparo acometían
heroicidades. Casanare, la Guayana y Santa Catalina serán siempre monumentos
del desinterés material de los misioneros; porque ello es certísimo, que jamás reparó
esta Provincia en las utilidades y riquezas que pudieran proporcionarle los ejercicios
de su ministerio, sino que ofrecía su cooperación y aplicaba su mano a todo
lo desechado por otras religiones. Donde se podían cosechar muchos trabajos, allá
estaba el hábito de la Descalcez; donde había gentes indóciles y pobres no atendidas
por los otros ministros del Evangelio, a ellos eran conducidos nuestros religiosos,
que más querían la salvación de las almas que la opulencia de sus conventos.
Vivió el P. Fr. Bartolomé en la isla rodeado de corsarios; desprendido del
mundo, puso su empeño en santificar a unos seres arrojados de la sociedad, y en
subir él de la tierra al cielo sobre las olas de la paciencia y de la caridad. Vivir santamente
entre militares, presos y cerriles negros, es heroísmo digno de especial nota.
Nuestro Padre misionero hízose la composición de lugar de que no había más
mundo ni más hombres que los de Santa Catalina, y que la redención de Jesucristo
había sido para los de aquella isla exclusivamente; y de aquí que todo su empeño
fué santificar a los que estaban bajo su cuidado. A los soldados dábales consejos
frecuentes que movían a misericordia y a la práctica de la religión; corregía
1 Tom. III, núm. 695.