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DÉCADA XI. CAPÍTULO PRIMERO. ARTÍCULO 8 109
pretensión no era más de una melancolía: y añadían otras cosas con tal sagacidad
e industria, que todo lo barajaron, sin valer al P. Prior los papeles auténticos
que mostraba en confirmación de lo que decía.
En esta confusión se hallaba el negocio cuando se propuso segunda vez en la
Sagrada Congregación para resolverse del todo. Propúsolo el Cardenal relator tan
poco en favor de los Descalzos, que los demás Cardenales fueron votando en contra.
Pero, llegando su vez al Cardenal Vidone, dijo que los informes tan opuestos
de los Padres Calzados y Descalzos no dejaban descubrir bastantemente la verdad:
y así que no era justo que sin otras mayores noticias se tomase resolución: que su
sentir era se escribiese al Vicario del Arzobispado de Lisboa, encargándole hiciese
información si había las cuatro fundaciones que el P. Prior afirmaba: y que contestando
haberlas, y que era conveniente esta Reforma en Portugal, se podría entonces
levantar una Congregación. Siguieron este parecer los demás Cardenales, y decretaron
se escribiese en aquella forma al Vicario General del Arzobispado de Lisboa.
CAPÍTULO XLI.
Nuevo riesgo de perderse el pleito.
Este despacho que no era más que esperanzas fué el fruto del sudor de nueve
meses: pero tan dulce a los pobres Descalzos y tan amargo a los Calzados, que no
se hartara su sed con menos que con extinguirlos, o a lo menos sujetarlos.
En virtud, pues, del despacho de los Cardenales expidió el Secretario de la
Congregación el decreto o carta que se había de enviar al Vicario de Lisboa: recibió
el memorial que había también de enviarse por parte del P. Prior, el cual, siendo
visto por el P. Mtro. Acevedo con su procurador y abogado, tropezaron en algunas
cláusulas de él. Pidieron al Secretario no las permitiese, y no lo concediendo, se
salieron de su casa muy disgustados. Luego envió el decreto a casa del Cardenal
Presidente para que lo firmase, quedándose en casa del Secretario el P. Prior, esperando
que volviese firmado. Y viendo él y su compañero y procurador cómo se
habían despedido sus contrarios, quedaron con mucho cuidado, recelando si irían a
casa del Cardenal