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HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS
los libros que los refieren, solamente haremos memoria del que toca a este resumen.
Había en tiempos pasados un devoto vecino de esta villa hecho labrar en
barro una imagen de Ntra. Sra. de la piedad. Salió bellísima, y añadióle hermosura
el pincel. Colocóla en un nicho en la parte exterior de los muros de la villa, adonde
creció su culto con fabricársele una pequeña ermita.
Así estaba esta imagen en el año de 1664, en el cual las armas de Felipe IV
oprimieron poderosamente la ciudad de Evora. Estando, pues, esta ciudad o sitiada
o ya rendida, sucedió que una persona o personas devotas, estando en oración en
aquella ermita, vieron que la imagen del Señor que la Señora tenía en los brazos,
doblando el medio cuerpo, se levantó hasta tocar, o casi, el rostro de la Señora. Publicóse
el milagro, y creció luego tanto la devoción y concurso, que el rey D. Alonso
VI, después de restaurada Evora, y alcanzada una gran victoria, salió de Lisboa,
y yéndose a Santarén, echó la primera piedra en el sitio de la ermita, y mandó se
empezase una iglesia, que si bien la estrechura del sitio puso límite a su grandeza,
no le puso a la del Rey, que se desquitó con que fuese suntuosa la obra.
Poco después deseó la Reina esta iglesia para fundación de sus Agustinos Descalzos.
Envió a pedirla al Rey por un santo religioso dominico, al cual dió luego el
sí, y le dijo que lo avisase al conde valido, parece que para mandar pasar los despachos.
El conde se fué al Rey y le dijo que Su Majestad no podía ya dar aquella iglesia,
porque la había ya prometido a los religiosos bernardos, deseándola mucho un
bernardo tío del conde para recoletos de su Orden. Quedó el Rey atajado, y dijo al
religioso dominico que ofreciese a su madre de parte suya otra cualquiera recompensa,
que se la daría por dar gusto a Su Majestad.
Puso entonces la Reina los ojos en la ermita de San Mauro y pidióla a su hijo,
que luego la hizo pasar los despachos. Está situada esta ermita en los arrabales de
Lisboa en una cuesta de un monte eminente hacia el río, por donde suben y bajan
todos los bajeles que surgen en aquel gran puerto. Hace aun más apacible el sitio la
vecindad de la quinta de Alcántara, recreo ordinario de los Reyes. Esta ermita que
en sí es muy linda fué en los tiempos del rey D. Juan IV de los religiosos dominicos
que la habitaban con las casas que le estaban