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HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS
conserva cierto estero, cerca del cual existe un hato o hacienda llamada Santa
Rosalía de Dumagua.
Ya que pudo viajar el Hermano, trasladóse al nuevo pueblo y comenzó por dirigir
los trabajos de plantaciones de hortalizas, la fábrica de las casas de los indios
del templo, cuya titular había de ser la Concepción Inmaculada, pues con este objeto
hicieron traer de Santiago una devota imagen. Con la entusiasta cooperación de
Fray Cristóbal se vencieron graves inconvenientes, cobraron cariño los indios a la
fundación, fueron atrayendo a otras tribus de tal manera, que para mediados de Febrero
del siguiente año estaban catequizadas y bautizadas doscientas setenta personas
entre niños y adultos.
Este fué el origen de la misión conocida con el nombre de La Concepción de
Iximena, de la cual, así como de la de San Guillermo de Sabana Alta, se puede considerar
como fundador el Hermano Fray Cristóbal de San José.
Calcúlese, pues, el cúmulo de trabajos y escaseces que se sufren en una empresa
de esta índole, y veráse la parte de gloria que corresponde a nuestro biografiado.
No describiremos las múltiples exploraciones que obró por el interior de la llanura,
porque son muy parecidas a las que acabamos de historiar, ni especificamos qué
obró en los años que subsiguieron a la fundación, porque está en el ánimo de todos
lo que pudiéramos decir acerca de estos puntos. Baste saber que siguió habitando
en las misiones hasta el año 1669, y que, según a el P. Provicial Fr. Salvador de San
Miguel, fecha en este año, se bautizaban anualmente cien salvajes, por lo menos.
Todo lo cual se confirma con este testimonio 1 , que se refiere al P. Juan y al Hermano
Fr. Cristóbal: "Fueron los más insignes operarios que tuvo aquella viña en sus
principios. Eran religiosos de conocida resignación para padecer y de no vulgares
resplandores en la santidad. El celo de la honra de Dios los tenía consumidos y desasosegados
entre incendios de la caridad acerca de sus prójimos. Toda la gentilidad
de la América era corto campo para sus fervores apostólicos, que eran capaces
de pegar fuego a todo el mundo. Sobresalían en las virtudes monásticas, sirviendo
ésta de recomendación muy oportuna a sus evangélicas
1 Crón., tom. IV, núm. 1.032.