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DÉCADA XI. CAPÍTULO SEXTO. ARTÍCULO 9 451
La Real Capilla, cuyo benemérito capellán mayor es al presente el señor Doctor
Don Juan Leyba, y a cuyos señores capellanes alientan y vivifican reales corazones,
se ofrecieron voluntariamente para honrarnos el día martes 26 de Octubre, y
que altar, música y púlpito correría aquel día por su cuenta.
Tiene este convento un afecto bienhechor, de quien ha recibido repetidos beneficios,
que es Don Rafael de Ortega, Secretario de Provincia de esta Cancillería, y
por su mucha y cordial devoción con Nuestra Señora de Loreto, había pedido repetidas
veces le señalasen un día para costear una fiesta, y así, se le dió para cumplimiento
de sus generosos deseos el día miércoles 27 de Octubre, y que este día había
de honrarnos en altar y púlpito la gravísima Comunidad de Padres Redentores de la
Santísima Trinidad, Calzados, de que nos dimos por muy afortunados, con la esperanza
de gozar la preferencia de tan generosos huéspedes.
El muy religioso convento de la seráfica religión Descalza, cuyo titular es el
señor San Antonio de Padua, en quien siempre ha experimentado esta Comunidad
muy fraternal correspondencia, quiso favorecernos, llenando el día viernes 29 de
Octubre con altar y púlpito y asistencia de toda la Comunidad, que no poco gozosos
dejó nuestros corazones al considerar nos habíamos de ver ennoblecidos con la
asistencia de tan angelicales huéspedes.
Está este convento casi contiguo a la Colegial del Salvador, y pareciéndole a
este gravísimo Cabildo, cuyo benemérito Abad es al presente el señor Doctor Don
Martín Torrico de Pedrajas, que por la cercanía debía mirar esta casa como propia,
y dar los primeros días a los demás huéspedes bienhechores, determinó su atención
política tomar para sí el día último de la fiesta, que fué sábado 30 de Octubre, y con
esta condición gustaron de asistirnos; y aunque no son los más acomodados por la
cortedad de sus prebendas, no obstante manifestaron sus piadosos deseos enviándonos
cuatrocientos reales de limosna.
Cumplido ya el número para una célebre octava, y considerándonos deudores a
tan generosos ofrecimientos, nos pareció no cumplía nuestra gratitud si no manifestaba
en exteriores voces los rendidos afectos que a tan sublimes beneficios ocultaban
nuestros corazones.