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DÉCADA XI. CAPÍTULO SEXTO. ARTÍCULO 4 407
es el corazón. La vida del espíritu finiri non potest, praecidi non potest, corrumpi
non potest, nec pluvia, nec diluviis, nec a latronibus obsideri: Ambula in
Christo, ambula, ha dicho el santo Obispo de Hipona 1 . Anda en nombre de Cristo,
anda. Tal era la voz que oía Fr. Cristóbal en el fondo de su pecho. Lejos de amedrentarse,
pues, el Hermano al saber los pensamientos del prelado, gozó, porque
veía realizado el sueño dorado de su alma.
Organizada la expedición, partió en compañía de los Padres misioneros, llegó a
Santiago de las Atalayas, que había de ser el centro de operaciones, y los vecinos
no se cansaban de alabar a Dios al ver al antiguo D. Cristóbal López de Alarcón,
convertido en religioso, que no pensaba más que en santificar su alma y reducir las
tribus nómadas al redil de Jesucristo. Sus hijos andaban orgullosos de tener tal padre,
pero él en tanto los apreciaba en cuanto le eran útiles para cumplir los designios
del cielo.
De ellos se sirvió y de los parientes para moralizar la parroquia de Santiago y
preparar la reducción de los gentiles; ejercía sobre ellos autoridad en orden a que
fueran buenos cristianos y evitasen los escándalos del pueblo; y como las familias
principales le estaban ligadas con el vínculo de parentesco o de la amistad, bien
pronto se notó en la población notable mejora de costumbres. Los salvajes recién
convertidos que vivían en Santiago o en alguna de las encomiendas eran muy atendidos
por estas familias, y mostraba el Hermano Fr. Cristóbal especial celo en visitar
los talleres de hilados y tejidos allí instalados y los campos de agricultura para
que los indios que trabajaban fuesen tratados como convenía.
Mas, no satisfecho aún el religioso anciano, comenzó a tratar de la fundación
de nuevas poblaciones; iba a los parajes en donde se decía haber indígenas, mandaba
indios comisionados para que sacasen a otros de los desiertos, conseguía ropa y
regalillos para atraer a los rebeldes, interesaba a las autoridades para que proveyesen
lo necesario a este fin, destinaba algunos ratos a estudiar la lengua achagua para
catequizarlos y, sobre todo, aplicaba el vaso de su alma a
1 De tem. Ser. XLIX.