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DÉCADA XI. CAPÍTULO PRIMERO. ARTÍCULO 6 49
cierto disturbio que iba conturbando el corazón amorosísimo del Prior Provincial.
Demás de esto, surgió un entorpecimiento grave en la celebración del Capítulo
Intermedio de su cuatrienio, óbice que se removió bien, y que habría producido
funestísimas consecuencias a no haber sido el Provincial tan maduro, tan aconsejado,
y, en fin, tan favorecido por el cielo con el don de gobierno.
Después de celebrarse pacíficamente el Capítulo de 1675 y de quedar concertadas
todas las cosas, emprendió visita a todos los conventos. No pudo, con todo,
realizar en todas sus partes el proyecto concebido, a causa de haber enfermado gravemente
cuando estaba en los conventos de Tunja y de El Desierto. Con este suceso
se echó de ver cuán intensamente veneraban todos los religiosos a su padre y pastor;
el cual, como se persuadiera de que le era imposible visitar en persona todos los
conventos, nombró Visitador de Bogotá a un Padre muy prudente. En Mayo del
mismo año encontramos que despachó como Visitador del Convento de Panamá al
respetable cuanto virtuoso P. Fr. José de la Ascensión.
Habiendo pasado los cuatro años de su Provincialato, volvió a la vida retirada
en el convento de sus felices días, y aplicóse a la vida de fervor con el mismo empeño
y aun mayor que el que tuvo de novicio. Su preciosa vida iba extinguiéndose
y quería mantenerla viva con el aceite de la oración y del silencio; de modo que si
antes el lema suyo era "callar y obrar", ahora consistía en "callar y orar".
Los Padres Vocales, que se reunieron en El Desierto para el Capítulo de 1680,
quisieron premiar sus méritos haciéndolo primer Definidor; el año siguiente el P.
Provincial lo nombró Visitador de El Desierto y de Tunja: era el lugar habitual de
su residencia el simpático Desierto; de aquí en adelante todos le dieron el título y
los honores de Vicario Provincial. El año 1685 lo encontramos ejerciendo otra vez
el cargo de Visitador, pero solamente de El Desierto, y sale también su firma en una
consulta de Bogotá de 18 de Marzo de 1685.
Su salud quebrantadísima a fuerza de vivir vida mortificada impedíale ser de
más provecho; pero ¿qué más provecho para una comunidad que el tener un anciano
sin exigencias, sin resabios, sin exenciones,