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HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS
de teología y benemérito Guardián de dicho su convento, compitiéndose en dicho
sujeto la modestia, el celo, la religión y sabiduría y, sobre todo, un abrasado
espíritu, que penetraba los corazones. De su misma oración, que es la siguiente,
puede colegirse…
Concluyó nuestro predicador con universal aclamación del auditorio, celebrando
todos lo aseado y ajustado de sus discursos y lo agudo de sus sentencias. Puso
todo su cuidado la música en sobresalir este día, compitiéndose a sí misma los primores,
en atención a tan generoso auditorio que nos favorecía; y entre otras letras
que traía prevenidas, dio a la siguiente sus sonoras voces...
Acabóse la misa con la misma salva que las otras, y despedidos los señores con
los debidos rendimientos de nuestra Comunidad, fueron muy gustosos, y nosotros
quedamos fundadamente agradecidos de que con tanta grandeza hubiesen honrado
y autorizado nuestra fiesta. Esta tarde, por ser día de fiesta, fué el concurso numeroso,
con que tuvo innumerable auditorio la música, y no poco el de los títeres, embelesando
con sus donosas habilidades. Llegó la noche y se representó la misma tragedia
o lucida batalla de pólvora, luminarias y fuegos, que indicaban la fiesta del
venidero día. Fiesta y sermón del día viernes 29 de Octubre, y sexto de la octava
Sumamente deseado fué de mi religiosa Comunidad este día, pues en él había
de ver ilustrado este Convento con la asistencia de la venerable y santa Comunidad
descalza del Señor San Antonio de Padua, hijos verdaderos del Seráfico Patriarca,
con quienes siempre hemos tenido la debida correspondencia, no sólo por la cercanía
del sitio, sino por lo mucho que interesan en su trato celestial todos aquellos que
lo comunican. Por el sumo desprecio que hacen estos religiosos de las vanidades
del mundo y ningún amor propio por su humildad heroica, se han alzado con el
renombre ilustre de menores en la tierra, para tener el de mayores en la gloria; promesa
expresada en el Evangelio por palabras originales de nuestro Redentor Jesucristo.
Llegóse, pues, el día, y vinieron en comunidad numerosa, saliéndolos a recibir
la nuéstra con las mismas demostraciones de regocijo y salvas que se había hecho
con las antecedentes, y una y otra Comunidad se dieron los plácemes con estrechos
abrazos espirituales de sus corazones. Entrados en la iglesia, ocuparon los escaños
principales