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HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS
o que esta Señora no quería desamparar, aun por tan breve tiempo, este albergue
pobre, poseído por espacio de sesenta y cinco años, o que quería dar a entender
el imperio que tiene sobre las aguas (pues, como su Reina, viéndola salir en público,
venían a asistirle), para que acudiesen a Su Majestad cuando los fieles las necesitasen.
Parece que alienta este discurso una piadosa diligencia que hicieron los religiosos;
pues viendo se malograban sus dsevelos en tan decentes cultos, discurrieron
sacar la imagen de N. P. San Agustín a la calle, para que, ya que tuvo gracia, viviendo
en el mundo, de ahuyentar las nubes de las herejías, al presente consiguiese
se suspendiesen las de estos temporales, que embarazaban el cumplimiento de tan
fervorosos desees. Parece caso milagroso. Apenas salió a la calle el grande y Venerable
Padre de tantas y tan esclarecidas Religiones, cuando, alegres con su vista,
pusieron término las nubes a su penoso llanto.
Anduvo la procesión por una y otra plaza alta y baja con toda majestad, grandeza
y ternura de los circunstantes. En cuatro estaciones cantó la música bien discurridos
villancicos con acorde de suavidad de voces, disparaban continuamente los
morteretes, a que correspondían desde las galerías con repetidas salvas los soldados.
Y para que se vea la nobleza, política y urbanidad que habita en los granadinos
pechos, y fervor cristiano y católico celo al divino culto, apenas se vió nuestra procesion
en la calle, cuando, atendida desde las murallas y torres de la Alhambra y sin
haberlo suplicado, que fué acción más generosa, mandó el Señor D. Blas de Paz,
Alcalde de aquella Fortaleza que disparase la artillería y que repitiesen la salva de
sus mosquetes los soldados al son de los presurosos rebatos de la campana de la
Vela, que fué un sainete que autorizó esta función con superiores realces.
Habiendo andado la procesión las referidas estaciones, volvió a recogerse a su
casa; y apenas el Sol Divino y la Aurora de la mañana con el lucero de mi Agustino,
pisaron los umbrales de sus puertas, cuando para que se viese había su Majestad
cumplido con la súplica, que mediante nuestro gran Padre San Agustín le habían
hecho los religiosos, quitó la suspension a las nubes, que, desatadas en copiosas
perlas, bajaban presurosas o a besar el sitio por donde habían pasado