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HISTORIA GENERAL - Provinciasannicolas.org

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DÉCADA XI. CAPÍTULO SEPTIMO. ARTÍCULO 6 517<br />

Mas también discurro, y no sin gran fundamento, que no decirlas sería por<br />

habérsele olvidado; porque no hubo cosa que más echase al olvido que lo bueno<br />

que había obrado. Otro la puso mandato para que dijese algo; hízolo, obedeciendo<br />

rendida; pero, a más de ser concisa, concluyó diciendo: Harto escrúpulo podía<br />

tener de haber dicho esto, que no sé que sea menester para nada.<br />

Tanto estudio y cuidado tenía de ocultarlas y encubrirse, que formaba escrúpulo<br />

de que supiera las penitencias, que antes había hecho, el Confesor que después<br />

la confesaba. ¡Oh, cuántas veces, y con qué veras decía que deseaba que<br />

fuese su nombre en el olvido sepultado! ¡Mujer por cierto rara! Tal ocultar sus<br />

obras a los ojos de todos, como no es fácil encontrarlo, tan poco es fácil acertar a<br />

ponderarlo...<br />

Oh, mujer prudente y sabia, qué bien practicaste esta divina enseñanza! Si te<br />

dicen dés noticias de tus mortificaciones las callas; si te obliga la obediencia, así<br />

como por ella las ejecutaste, así, rendida, las dices por ella; mas con breves y<br />

humildes palabras, reduciéndolo todo tu discreto silencio a una sucinta cláusula.<br />

Manifestemos más su prudente silencio y disimulo acertado. Ocultar mortificaciones<br />

corporales ya lo sabe hacer con facilidad la razón; mas los interiores,<br />

que maltratan y lastiman el alma, es a la razón tan arduo, que son como el Fénix<br />

los que han conseguido ocultarlas; porque como para eso es necesario tener estrechamente<br />

sujetas las pasiones del alma es punto más dificultoso, y en donde<br />

resplandece más una virtud señalada. No envuelva, pues, en su anchuroso caos el<br />

olvido una pequeña parte siquiera de lo que interiormente padeció, para que se<br />

rastree lo sobresaliente de su valerosa disimulación.<br />

Dando cuenta de las tentaciones que había tenido (que no es lo menos del padecer)<br />

dijo las palabras siguientes: —De tres o cuatro años tuve grandes tentaciones<br />

contra Dios, las cuales eran que le maldijese; yo me hallaba con ellas harto<br />

congojosa. Tan temprano empezó a padecer esta peregrina mujer.<br />

Siguiéronse después otras más agrias peleas, juntándose las contradicciones<br />

exteriores, a aquel interior y exterior ejercicio, que dió tanta materia a la caridad<br />

y ciencia de los hombres más grandes de aquel tiempo, que por ser lo que entonces<br />

padeció, tan notorio en

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