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HISTORIA GENERAL - Provinciasannicolas.org

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<strong>HISTORIA</strong> <strong>GENERAL</strong> DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS<br />

"Virgen prudente fué nuestra Venerable difunta; porque este dictamen seguro<br />

tuvo siempre fijo para practicarlo en su muerte. Muchas fueron sus mortificaciones,<br />

y tan madrugadoras, que dudo si, anticipadas, previnieron el uso de la razón.<br />

Arrojos más que valientes fueron los que tubo por ensayos la primer alborada de<br />

su niñez madura. Dígalo aquel no asquear su complexion delicada, poner la boca<br />

en flemas llenas de horroroso asco, por vencer el que tenía, del sujeto que las<br />

echaba; aquel no melindrear su heroico vencimiento; lamer la cara costrosa de<br />

emponzoñadas viruelas de una criatura que estaba a la muerte; aquel chupar muchas<br />

veces las mechas que sacaban de una postema, ofreciendo caritativa este<br />

grandioso vencimiento por la doliente que padecía.<br />

Decir más será decir menos, habiendo dicho tanto; y así, sus mortificaciones<br />

las tocaré de paso. Su abstinencia fué de por vida, sus ayunos a pan y agua dos<br />

días a la semana, aumentando estos rigores las Quaresmas y fiestas de su devoción.<br />

Tres cilicios continuos con que anduvo muchos años. Sus disciplinas frecuentes,<br />

una gruesa túnica de bayeta, que algún tiempo, sin mudarse, vistió de<br />

invierno y de verano. Su dormir sobre una tabla que con disimulo tenía oculta en<br />

la cama, durmiendo para más penalidad muchos años sin almohada, reclinándose<br />

algunas noches puesta una corona de espinas para más atormentarse. Aquel usar<br />

en todas ocasiones de muy poca ropa, la que pedia la decencia, no la que el abrigo<br />

necesitaba, el no poner jamás cuidado en comida y vestido, pendiente en todo<br />

de la divina voluntad, padeciendo en esto no pequeñas mortificaciones, con que<br />

quiso Dios ejercitándola probarla. Y finalmente, aquella negación en todas las<br />

cosas de su propia voluntad, que en eso se excedió a sí misma, pudiendo hacerse<br />

de esta materia sola un muy dilatado sermón.<br />

Mas que me canso en referir las leves migajas, que lo son respecto de lo que<br />

su silencio cauteló, aun de los mismos que inevitablemente trataba. Díjola un<br />

Confesor que le diese cuenta de las penitencias que en otros tiempos había ejercitado,<br />

dándola tiempo para que las recapacitase, y después de muy pensado y<br />

muy instada, cuando quizá aguardaba una narración muy dilatada, salió con decirle:<br />

Hallábame con grande disposición y fervor para hacer penitencia: hice<br />

algunas. Y hubo de dejarla viendo no era fácil sacar más de su encogida humildad.

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