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ARTÍCULO VII
Invención del cuerpo de N. Gran P. San Agustín
Sumario: Aparición de la caja mortuoria.– Un artículo moderno.– Primera y segunda
traslación.– Basílica de San Pedro, en Pavía.– Los Canónigos Regulares.– Monumento
grandioso.– Controversias.
En este año de 1695 tócanos registrar un acontecimiento gloriosísimo para
la Orden, y es e! haberse hallado providencialmente las reliquias de nuestro
Fundador, que reposaban en la iglesia de San Pedro, en Pavía, el día 5 de Octubre
con motivo de estar restaurando la cripta de dicho templo. Al ver los
obreros que aparecía una caja con la inscripción Augustinus dieron cuenta a la
autoridad episcopal, y abiertas las tres cajas, metidas una en otra, se vió que
todas las señales daban fe de ser las mismas reliquias que de Africa a Cerdeña
trasladaron los Obispos africanos, según la tradición y la historia enseñan.
Pero antes de narrar con todos sus detalles este acontecimiento, justo y
oportuno es traer a la memoria los sucesos preliminares que ilustran el asunto,
y para ello nada mejor que transcribir lo que un historiador de la Orden resume
en estos bellos párrafos 1 :
"Muerto San Agustín, como es sabido, en Hipona 2 , de la cual era Obispo,
el 28 de Agosto del año 430, durante el sitio de la
1 P. Guillermo Antolín: La Ciud. de D., núm. 662.
2 Existe una piadosa leyenda acerca del corazón de San Agustín, y que a título de curiosidad
vamos a consignar. Dícese que a la muerte del santo Doctor africano, un ángel, prendado
de su caridad ardentísima, y para significar a los hombres la veneración que debían tributarle,
con una flecha de ore encendida le atravesó el corazón, extrayéndole del pecho y entregándole
después en depósito a los hijos fundados por el Santo. Esta preciosa reliquia
desapareció en el siglo V con la devastación de los vándalos. Pero el año 960 a Sigisberto,
obispo de Lyon, admirador ferviente del obispo de Hipona, y que no cesaba de pedir a Dios
le concediese la dicha de poseer, una reliquia del Santo de su devoción, se le apareció un
día en sueños otro ángel, que llevaba en la mano un vaso de cristal, cercado de anillos de
oro, y le dijo: "¿Duermes, Sigisberto? Despierta, que yo soy el ángel de la guarda de San
Agustín durante su vida; Dios ha querido que después de su muerte guardase su corazón;
recibe el precioso don que Dios te envía." Desapareció el ángel, dejando sobre el altar de
Sigisberto el corazón de San Agustín, tan fresco como si acabara de salir del cuerpo, en
donde había palpitado en vida. Dicese también que al llegar a las palabras Sanctus, Sanctus,
Sanctus del Te Deum que se cantó después en acción de gracias de esta maravilla, el
corazón de San Agustín se estremecía, como si sintiera aún el amor que en vida le había
inflamado.