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DÉCADA XI. CAPÍTULO PRIMERO. ARTÍCULO 8 119
el caso fué que después de dar de comer a los pasajeros, los dejó ir libremente.
Andadas cuatro o cinco leguas, llegaron ya de noche a un mesón adonde, pidiendo
posada, se la negaron, remitiéndolos a otro más adelante. Pasaron a él, y por
más que llamaron a la puerta, jamás pudieron acabar con el mesonero que les abriese:
antes cargó de baldones al religioso franciscano, que era el que le hablaba. Dijéronnos
después que había un renegado, en tiempos pasados, saqueado aquel mesón
con semejante industria de llamar a que lo recogiesen: y que a esa sería la causa de
no abrirse ahora a los pasajeros, porque el sitio era para temer semejantes embustes,
por ser en la playa.
En lugar, pues, tan peligroso, si bien ignorantes de su peligro, quedaron los pasajeros
aquella noche. Dióles cama un montón de estiércol que estaba arrimado al
mesón, adonde acomodándose y requiriendo si había entre todos algo con que tomar
refección, se halló un pan solamente sin vino ni agua: corta provisión para siete
hombres, y más corta para siete caminantes. Repartiéronse el pan, y recostándose
en el estiércol con el abrigo del cielo, pasaron un trecho de la noche, hasta que, como
a las dos después de la media noche, se levantaron y prosiguieron las dos o tres
leguas que les faltaban para llegar a Málaga, adonde entraron al reír de la mañana.
Fuéronse los dos Padres al convento de nuestros Padres Calzados, en cuya caridad
hallaron el desquite que había menester su sueño y hambre. A la noche los
vino a buscar un clérigo portugués para embarcarles: mas no se logrando este intento,
los volvió a su casa adonde los regaló algunos días en compañía de los dos compañeros
clérigos: al fin de los cuales les aconsejó que no se embarcasen, y añadiendo
dineros al consejo, les proveyó de lo que fué necesario para hacer su viaje por
tierra, hasta llegar a Lisboa.
CAPÍTULO XLVIII.
De Málaga parten por tierra a Lisboa.
El espacio con que forzosamente se había de caminar a pie era dañoso al negocio
de los Padres: y así, aceptando el ofrecimiento del clérigo portugués, alquilaron
cavalgaduras con que el día 7 partieron