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DÉCADA XI. CAPÍTULO PRIMERO. ARTÍCULO 8 93
CAPÍTULO XXVIII.
De Plemud pasan a Londres y los recibe con gran cariño la Reina.
Pasada la noche, salieron a la mañana siguiente en tierra. Volvió el compañero
al bajel a buscar la ropa en un pequeño barco, y trayéndola ya, encontró a un ministro
de la Aduana: el cual, haciendo examen en la balija, o no reparó en los hábitos y
alpargatas, testigos de nuestra profesión, o si reparó, hízose desentendido: siendo
que se les pudiera a los Padres ocasionar de aquí algún desmán que los embarazara
o detuviera el viaje.
De Plemud partieron por tierra a Londres, corte de aquel reino, adonde residía
la Reina. Cuando entraron en aquella gran ciudad, aun humeaba el incendio, que así
como abrasó las riquezas de sus ciudadanos, ojalá alumbrara sus entendimientos.
Fuera de esta suerte fuego, y fuera luz. Encamináronse los dos Padres luego a la
Capilla Real a dar gracias a Nuestro Señor por haberles librado de los peligros del
viaje: después se fueron a Palacio a besar la mano a la Reina. Recibiólos como a
paisanos y agasajólos como a Religiosos, mirando al P. Prior como a aquél que
había gobernado tanto tiempo el alma de la Reina su madre, y plantado en Portugal
los principios de una Reforma ilustre.
Mandólos aposentar la Reina en su convento que ella había fundado allí cerquita
de su palacio; porque, impaciente su piedad, no se atrevió a vivir adonde no
hubiese Religiosos, siendo éstos tan noble porción de la Iglesia. Pobló el convento
de Religiosos portugueses, hijos de una Reforma que crió en Portugal San Pedro de
Alcántara, conocida por el apellido de Arrabida, llamada así, por haberse en una
sierra de este nombre fundado su primer convento. Este de Londres labró la Reina
arrimado a su Capilla Real, que le sirve de Iglesia: y todo queda a un lado del parque
nuevo, común de los Reyes, que empezando en el Palacio se dilata espaciosamente.
Aquí pasaron los Padres 25 días mientras se despachaban las cartas de la Reina,
despicando la pena de la dilación con el consuelo que tenían de ver las cosas de la
Religión Católica en aquella corte en muy mejor estado del que habían pensado.
Mas para que se den gracias