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DÉCADA XI. CAPÍTULO SEPTIMO. ARTÍCULO 6 519
¡Tan exterior en el exterior, como si no expirara el alma al ahogo de la suma
pena interior! Tan cerrada a las luces, y consuelo por dentro tan modestamente
esparcida, y alegre por fuera!…
¡Oh, mujer valerosa, venciste no sólo a tus ahogos y congojas, sino que de ti
misma triunfaste! Hacer parecer serena calma la más deshecha borrasca, zozobrar
toda el alma en amarguras y estar no sólo sosegado, sino apacible el semblante,
discurra cada uno si esto es tener sujetas las más íntimas pasiones del alma,
y si alma así sería para Dios delicioso tálamo.
Ya que me hallo en obligación de manifestar su padecer, y el sílencio con que
supo su prudencia ocultarlo, coronaré este discurso diciendo: que era tan recatada
en encubrirle, que ni aun suspirar quería, por no dar a su afligido corazón este
alivio, y no manifestar lo que padecía. No gustaba mucho de oír suspirar, porque
decía no era estar bien hallados con las penas buscar siquiera este alivio escaso.
En una ocasión estando (como he sabido) con uno de sus confesores notablemente
ahogada y afligida, dió sin advertencia ni reparo un moderado suspiro.
Advirtiendo la novedad y su congoja, alentóla a que con otro se desahogase, por
ver cuan rara y no vista era en ella esta explicación. Mas, como de su descuido
corrida sin admitir el alivio dijo: "No sé cómo ha sido esto, que no soy amiga de
suspirar". ¡Suceso peregrino! Ponderad esta que parece menudencia, y hallaremos
en ella los fondos más preciosos de un elevado espíritu.
¿Es un suspiro más que una leve respiración por donde un afligido corazón
blandamente alienta y se alivia? ¿No es un decentísimo desahogo sin que de la
perfección desdiga? En quien no se halla bien con las penas, nada importa; mucho
monta en quien generosa anhela a padecer más penas. Abrir los labios para
quejarse y suspirar puede ser acción tan loable, que aun los más aprovechados la
ejerciten; mas cerrar los labios para no respirar entre congojosas ansias ni un leve
y moderado suspiro, yo no sé quién lo haya hecho sino esta mujer insigne...
Fué limpia y pura tanto, que se tiene por cierto que en su vida no manchó
gravemente la inocente y cándida túnica que recibió en el bautismo. Mas, tuvo
unos ojos tan linces para mirar y remirar sus