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DÉCADA XI. CAPÍTULO SEGUNDO. ARTÍCULO 4 167
Provincia de la Candelaria. ¿Hallará pábulo para su virtud en esta tierra de infieles?
Los conventos, ¿sabrán apreciar tal joya? Veámoslo en los escasos documentos
que de su tránsito por esta tierra nos quedan.
Nuestro biografiado, además de sus quehaceres como Secretario, desempeñó el
de predicador con asiduidad fervorosa, y con más ahínco, si cabe, cuando salía a
misionar por los pueblos de indígenas y cuando tenía en su auditorio grandes concursos
de negros y gente plebeya que lo querían como a Padre.
Y recordando períodos borrascosos del pasado diremos que el tiempo que medió
entre 1655 y 1658 fué de bonanza; esta bonanza, no obstante, se parecía a la
que media entre una aurora tormentosa y un ocaso que despide rayos y centellas.
Oíanse el rumor de la tormenta que en derrota se alejaba y los truenos de la que
venía a ocupar el campo. Aludimos al disturbio que levantó tras de algunos años de
paz en la Popa, el P. Baltasar de la Concepción, quien, mal avenido con el rigor de
la disciplina y de los que la sostenían, urdió sagacísimos pretextos para sacar a río
revuelto ganancia de revoltoso. No particularizamos el curso de esta colisión en la
que tuvieron que sufrir tanto el P. Alonso y su secretario Fr. Lope, porque es asunto
muy enojoso. Este P. Baltasar fué el que años antes traicionando a la Descalcez
pretendió entregarla a los Padres Calzados. Unicamente ha de ponerse aquí que el
convento de la Popa estaba necesitando un superior que con gran pulso llevase las
riendas del gobierno, porque el vehículo de la observancia tendía a rodar por los
precipicios del escándalo. El religioso perturbador lo había puesto en la vertiente:
se necesitaba, por tanto, un hombre prudente, avisado, pero dulce y amado por todos.
Ahí estaba, pues, el P. Secretario.
Por juzgarlo tan a propósito el P. Comisario expidió una patente nombrándolo
Presidente de la Popa; y a 3 de Septiembre de 1658 el interesado tomó posesión
muy pacífica; y a la manera que las ondas de un lago tranquilo se extienden, concéntricas,
agrandándose hasta tocar las orillas cuando cae una piedra en su seno,
parecida cosa sucedió en las aguas de la observancia al sentarse Fr. Lope en la silla
presidencial. El rezo del coro y la oración a su tiempo debido, las visitas, así como
las salidas a la calle en su justo término, el estudio