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HISTORIA GENERAL - Provinciasannicolas.org

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<strong>HISTORIA</strong> <strong>GENERAL</strong> DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS<br />

los esforzó para que continuasen el viaje y les dio una crecida limosna para que<br />

salvasen los embarazos del camino y llegaran cuanto antes a su destino, porque la<br />

epidemia hacía estragos a más y mejor. Partió la expedición de Toledo en el mes de<br />

Junio de 1649, tiempo de calores, de sequía y de polvo, cosas que hacían penosa la<br />

marcha, ya se practicase a pie, ya en diligencias, por ser tiempo de verano; para el<br />

P. Fr. Lope, sin embargo, los días andaban lentos y el vivir muy regalado, según<br />

eran de vehementes sus ansias por llegar al punto del sacrificio. Como supiesen los<br />

viajeros que el Obispo de Córdoba, Ilmo. Sr. D. Fr. Pedro Domingo y Pimentel<br />

acababa de ser electo Obispo de Sevilla, dirigiéronse a su palacio, y, a más de la<br />

bendición, le pidieron noticias sobre la situación sevillana. Con mucho honor recibió<br />

este Príncipe de la Iglesia a los hijos de San Agustín, los obsequió con palabras<br />

y obras, y recomendóles empeñadamente el rebaño que pronto había de andar bajo<br />

su cuidado. Llegaron a Sevilla los viajeros: la peste estaba fierísima, los muertos<br />

numerosos, los vivientes esperando el golpe para entregar el alma a Dios; así, pues,<br />

los huéspedes, sin dar huelga al cuerpo, comenzaron a desarrollar su heroico ministerio.<br />

Sigamos los pasos al P. Lope de San José, la suma de cuyos trabajos está reducida<br />

a estas palabras: desde que despuntaba la luz del día hasta altas horas de la<br />

noche ejercitábase en los oficios de caridad. Celebraba el sacrosanto Sacrificio reduplicando<br />

el fervor, orando por los sanos, por los enfermos y por los difuntos;<br />

tomaba un ligero refrigerio alimenticio y se lanzaba a las casas a confesar enfermos,<br />

a administrar la Santa Extremaunción y el Viático; aquí ayudaba a amortajar<br />

los cadáveres, allí se entretenía en aconsejar y consolar a los apestados; más allá<br />

dedicaba su atención a propinar medicinas. Cuando rendido de fatiga reclamaba su<br />

cuerpo algún alivio, lo refocilaba muy de prisa y tornaba a su labor. Por la noche se<br />

recogía un poco, rezaba, aunque no estaba obligado, el oficio divino, y antes de<br />

acostarse daba vuelta por los enfermos de más gravedad. Y ha de tenerse en cuenta<br />

que eran los días sofocantes del verano, y en Sevilla. Aliviar a sus hermanos, quitar<br />

al diablo de entre las garras tantas y tantas almas era su empeño, aunque muriera.<br />

La epidemia lo envolvía en sus ondas deletéreas; iba la muerte en

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