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DÉCADA XI. CAPÍTULO SEXTO. ARTÍCULO 11 467
Muchas causas hubo este día que disculpaban tan numeroso concurso, y algunas
de ellas eran el ser el primer día de la octava, y siempre a los principios son más
ardientes los fervores, el ser el día primero que en aras de este templo se ofrecía el
inmaculado Cordero al Eterno Padre, el celebrar con la grandeza y majestad que
acostumbra en la Santa Iglesia su gravísimo Cabildo, y oficiar misa de Pontifical Su
Ilustrísima, cosa pocas veces vista de los fieles, y todos gustaban ver la autoridad y
grandeza con que la celebraba su amabilísimo Prelado, a quien asistieron de Diáconos
el señor Doctor Don Diego del Castillo, Arcediano de esta Santa Iglesia, y el
señor Don Alonso Tolesano, Canónigo; y de capas otros señores dignidades y prebendados,
portándose todos con la grandeza que en semejantes funciones acostumbran
los señores de esta Santa Iglesia Metropolitana, émula, en la decencia del divino
culto, de las más célebres del orbe. Estas fueron las razones atractivas de tan
numeroso concurso, y, en mi sentir, no sería la menor la fama del célebre orador de
este día, que mereció estrenar iglesia y púlpito: el señor Doctor Don Esteban Vellido
de Guevara, dignisimo Magistral, cuyo delicado discurso y realzada elocuencia
se ha dado bien a conocer en esta ciudad nobilísima; y no hallando mi cortedad
palabras dignas con que encarecerla, será su Oración panegírista de sí misma." Sigue
el sermón, y luego continúa el P. Fr. Pedro de Jesús:
"Si los aplausos que se mereció nuestro orador en tan doctísimo auditorio
hubiera de pintarlos la pluma, era necesario que un Querubín la gobernara; cede,
pues, mi cortedad tan crecido empeño, y sólo digo que para predicar a un auditorio
tan grande se eligió este orador por conveniente. Como éste era el estreno de la octava,
se esmeró con airosos primores la música, y entre otras letras sazonadas cantó
el villancico siguiente:
ESTRIBILLO
Luces sagradas de la ardiente esfera,
flores hermosas del fragante Abril,
festivas llegad,
alegres venid.
Ligeras aves que surcáis el viento,
claras fuentes que el valle discurrís,
sonoras llegad,
risueñas venid.
Que en reverente culto,
en obsequio feliz
de tan glorioso día,
es justo que, amantes,
lleguen a rendir,
el ave, la fuente, la luz y la flor,
la pluma, el reflejo, el cristal y el matiz."