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DÉCADA XI. CAPÍTULO PRIMERO. ARTÍCULO 8 131
privilegio del Sumo Pontífice, por el cual prohíbe que nadie en los reinos de
España vista el hábito descalzo de N. P. San Agustín, si no fuere hijo suyo en la
dicha Congregación: y como Portugal, aunque reino aparte, se comprende en los
límites de España, parece le comprende aquella prohibición, quitado ya el estorbo
de la guerra. A esta prohibición que parece bastaba para aspirar a la unión con la
Congregación de España se añadieron otras importantes razones para intentarla:
siendo una de las principales el buscar su arrimo para resistir a la oposición de los
PP. Calzados, cuyas fuerzas hallarían poderosa resistencia en la grande Congregación
de los mismos Descalzos.
Para asegurar más este prudente intento, propúsolo vestido de sus razones el P.
Prior a la Princesa de Portugal, pidiéndola para esto su favor. Prometióselo la Princesa,
llevada de dos poderosos afectos: del general con que venera las memorias de
la Reina su suegra, y también del particular con que ama a los mismos Descalzos.
Escribió luego la Princesa al P. Vicario General de la Congregación de España,
pidiéndole la unión: y agradecido el P. Vicario a esta demanda, mandó al P. Fr.
Antonio del Rosario portugués, hijo y Padre de la Provincia de nuestros Descalzos
de Andalucía, por haber sido su Provincial, que recibiese en su nombre la sujeción
de los Descalzos portugueses, y en el mismo los uniese e incorporase con los de
España.
En Octubre, pues, de 1668, hallándose el P. Fr. Antonio en el convento de
Ntra. Sra. de la Concepción de Xabregas, extramuros de la ciudad de Lisboa: presentes
por orden de la Princesa el doctor Melchor del Rego y Andrada su secretario
y canciller de la casa de la Suplicación, y el doctor Ignacio del Rego y Andrada de
su consejo de Hacienda y desembargador de la ciudad de Oporto, se celebró el acto
de la unión. Juntóse la comunidad solemnemente, y en ella dió el P. Prior la obediencia
al P. Vicario General de la Congregación de España en manos del P. Fr.
Antonio. Hicieron lo mismo los otros religiosos, y a todos los recibió el dicho P. Fr.
Antonio en el gremio de la Congregación de España aceptando su sujeción y obediencia.
Y porque la distancia de Lisboa dificultaba el recurso en las ocurrencias de
lo que podía suceder, envió el P. Vicario General al P. Prior una patente en que,
haciéndole su Comisario, le daba amplios poderes.