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DÉCADA XI. CAPÍTULO PRIMERO. ARTÍCULO 8 129
CAPÍTULO LIII.
Da el Príncipe licencia para hacerse Provincia de Agustinos Descalzos,
y declárase su Protector.
Agradecido el P. Prior a Dios por haberle dado cuatro fundaciones en tan breve
tiempo, quiso, para que en ellos se sirviese con observancia a Su Divina Majestad,
ir disponiendo lo que era menester para que fuese cada una convento formado. Para
esto trató de sacar licencia del Príncipe, que debe, según leyes del reino, preceder a
las fundaciones. Y por no despertar el cuidado de los Padres Calzados, no le pareció
conveniente pedir luego de una vez licencia para todas, sino que la pidió para
solas dos. Mas no bastó esta moderación para que los Padres Calzados, trasluciéndoseles
el intento del P. Prior, que era adelantar su obra de Reforma, no se le opusiesen
unánimemente.
Acudieron al Príncipe representándole cómo el intento de los Descalzos en pedir
licencia para aquellas dos fundaciones llevaba la mira adelante, enderezándose a
hacer con el tiempo tal número con que hiciesen una nueva Congregación. De la
propuesta que en este caso hicieron los Padres Calzados al Príncipe resultó que Su
Alteza propuso la cuestión en consejo de Estado, y en tan recia coyuntura, que faltaban
en él el marqués de Maríalua y otro u otros dos consejeros aficionadísímos a
nuestra Reforma. Con esto se adelantó tanto el partido de los Padres Calzados, que
los nuestros quedaron vencidos. Y resuelto ya que se nos negase la licencia, se interpuso
el conde de Prado, al presente embajador de Roma, diciendo que su parecer
era se viese el testamento de la Reina, para que constase si había encargado las fundaciones
de nuestros Descalzos a los Príncipes sus hijos. Esta propuesta del conde
hizo tornar atrás la resolución del consejo, que se suspendió hasta que se pudiese
ver el testamento dicho.
Examinado, pues, el testamento, se encontró la cláusula en que encargaba la
Reina a sus hijos sus fundaciones: y atendiendo el Príncipe y los consejeros de Estado
a la última voluntad de su madre, tan justificada como última, decretó no solamente
que se diese licencia a los Agustinos Descalzos para las dos fundaciones
que pedían, sino