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DÉCADA XI. CAPÍTULO QUINTO. ARTÍCULO 4 373
extraños. Sigo el Metodo començado del Primer Tomo, repartiendo le en Decadas;
dividiendo estas en Capítulos; y aquestos en Parrafos, que sirvan de descanso
al que lee; porque la experiencia nos dize, que los Capitulos largos fastidian, y
trampean el gusto, entibiándole para proseguir qualquier leyenda. Que avra muchos
defectos, no lo ignoro; porque conozco la humana fragilidad; y en mi cortedad lloro
cada día. Mas puedo dezirte con toda ingenuidad, que no podrás culpar mi afecto:
el qual debo a Dios, que sea bueno".
Tiene razón: defectos, como toda obra humana, no le faltan, pero son errores
originados de la escasez de información y nunca lastiman derechos de tercero: mejor
que errores se podían llamar inexactitudes de poca monta, y omisiones que no
llegan a lo fundamental de los asuntos, entre las cuales pueden contarse las marcadas
con los números 396, 610, 779 y 1145 del tomo III de las Crónicas y con el
número 580 del IV y más en particular con lo relativo a los diferentes grupos de
mártires terciarios y cinturados del Japón. Pero no se trata ahora de rectificar esas
imperfecciones, sino de acreditar de honrada la labor historial realizada por su pluma.
Ni tampoco hay que echar en cara a este venerable y muy docto Padre la norma
de criterio con que trazó y desarrolló su obra, dedicada casi exclusivamente a ponderar
la parte ascética de la Recolección agustina, haciendo caso omiso del curso de
la misma en otras relaciones y aspectos; porque entonces no solamente nuestros
historiadores sino también los de las demás sagradas ReIigiones, por lo general,
más bien se proponían, como ya llevamos notado, ofrecer modelos de virtud y perfección
para la edificación de propios y extraños, relegando a muy secundario lugar
el recuento de otras manifestaciones de la vida. ¡Y si al pintar a los varones ilustres
en santidad hubieran sido cuidadosos en documentar sus afirmaciones!
El P. Fr. Luis, justo es confesarlo, con delinquir en esto, no adolece tanto como
muchísimos de sus contemporáneos; comídese casi siempre, hace salvedades, reflexiona,
duda, y así, sus relatos tiran a sobrios en el color y a serios en el fondo.
Tal sucede cuando habla de los Beatos Mártires del Japón, Francisco de Jesús y
Vicente de San Antonio; así como con la biografía extensa del P. Rodrigo de San
Miguel, cuya Conversión de Filipinas y cel Japón a la Fé Católica