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HISTORIA GENERAL - Provinciasannicolas.org

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<strong>HISTORIA</strong> <strong>GENERAL</strong> DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS<br />

de desviarse éstos, y entonces topaban con ríos caudalosos y multitud de acequias<br />

y pantanos, teniendo que salvarlos a nado y hundiéndose hasta la cintura en<br />

barro pegajoso. Cuando quedaban libres de estos tropiezos, que eran enormes por la<br />

muchedumbre de peces voraces, caimanes y reptiles, caían en el opuesto lance de<br />

ser devorados por las fieras: tigres, leones, osos, culebras, que no escasearían entonces,<br />

ya que hoy día no es raro encontrarlas. La incomodidad por la noche haría<br />

ventaja a la del día, porque siempre resulta insufrible eso de acostarse en un hamaca<br />

colgada de un árbol a otro, totalmente rodeada del respectivo mosquitero, porque<br />

dificulta la respiración, en aquel clima de 30 grados sobre cero y por la molestia de<br />

oír tantos y tan impertinentes mosquitos que cubren la atmósfera como una nube y<br />

no dejan conciliar el sueño por la música de sus agudas trompetillas. A esto agréguese<br />

la calidad de los alimentos secos y acecinados, la escasez de agua potable, el<br />

calor horroroso que produce el sol retocado de fuego, y vendráse en conocimiento<br />

de las penalidades que hubo de soportar el Hermano Fr. Cristóbal durante su correría.<br />

Pero ¿qué podía importarle todo esto cuando había puesto su mira en Dios, cuya<br />

gloria buscaba? Si caía rendido de cansancio en una playa, o alguna fiera lo devoraba,<br />

su alma quedaría purificada en la sangre del heroísmo cristiano, y ascendería<br />

al cielo donde lo esperaban los coros de apóstoles y mártires agustinianos.<br />

Un mes llevaba de vida errante, sin descanso, sin mitigación alguna en tantos y<br />

tan fuertes trabajos, cuando llegó a la región en que vivían las tribus que buscaba.<br />

Al pie de cierta estribación de la cordillera del Airico descubrió un caney o ranchería,<br />

y después de precaucionarse con las medidas oportunas para que no se asustaran<br />

sus moradores y no se escondieran en sus guaridas, o combinasen algún ataque,<br />

entró en la ranchería de los salvajes; éstos, que no habían visto todavía ningún tipo<br />

de la raza europea, pero que sí conocían de oídas los excesos que perpetraron en las<br />

partes circunvecinas, al ver al ancianito Hermano vestido de hábito negro, con la<br />

barba crecida y con los demás arreos de viaje tan raros, trataron de huir, pero llamados<br />

por el misionero, a cuya voz prestó Dios admirable eficacia, se dispusieron a<br />

conferenciar con él. Los frutos de la divina inspiración

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