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HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS
Y así, determinó esta Comunidad hacer fiesta el siguiente día al de la octava,
que era el de Todos los Santos, 1.º de Noviembre, para dar las gracias a tan generosos
bienhechores. En cumplimiento de lo cual, se fijó en las puertas de los templos
el papel de las fiestas y sermones y las noticias de las circunstancias que concurrían
para la grandeza y autoridad de tan plausibles fiestas.
De los altares y demás adornos que se previnieron para la procesión
Considerando que de este corto albergue habían de amanecer a más decente solio
la Aurora cándida Lauretana y el Sol clarísimo de su Hijo en el Sacramento; y
que si para la entrada de Príncipes terrenos en sus célebres Cortes se agotan los
erarios en aparatos majestuosos, triunfales carros, costosos aseos, invenciones festivas
y adornos ricos de ventanajes, era forzoso el asear el tránsito lo más decente
que pudiesen costear nuestras débiles fuerzas, pues habían de pasearlo, no Reyes de
la tierra, sino los Monarcas más soberanos de la Gloria. Esmeráronse los religiosos,
a quienes se encomendaron los sitios, compitiéndose con sagrada emulación unos a
otros en los aseos que solicitaban sus afectos. Y aunque no con la soberbia grandeza
que para sus vanas profanidades ostenta el mundo, no obstante, como lo costeaba
un religioso amor y los rendía a su Dios una amante voluntad, así como Su Majestad
al primer barro, siendo tan villano y grosero, sólo con un aliento de su boca lo
transformó en noble, generoso viviente, a ese mismo modo, como nuestros pobres
cultos los consagraba a Dios una intención sin doblez, no parece sino que los alentaba
Su Majestad para que afectasen competencias a las majestuosas prevenciones y
fiestas que hacían los Romanos en las entradas de sus más afortunados Cónsules.
Lo primero de todo se procuraron adornar con decencia las dos Majestades soberanas,
para que fuesen con el aseo y lucimiento posibles. Colocóse el Santísimo
Sacramento en una custodia de las más ricas y primorosas que se hallan en esta
ciudad, bastantemente descollada, de mucha y rica plata y de más costosa hechura,
y toda sobredorada, fija en unas andas de plata muy hermosas, se colocó en un altar
solo que había quedado en la iglesia vieja, bien aseado de vistosas ramas y otras
alhajas preciosas. A Nuestra Señora de Loreto se aderezó con variedad de joyas,
perlas, diamantes y lazos muy