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HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS
CAPÍTULO XL.
Mejórase el partido del P. Prior y alcanza un despacho favorable.
Ya queda dicho arriba cómo, entre las cartas que el P. Prior llevó de Inglaterra
era una del P. Mtro. Fr. Cristóbal del Rosario, dominico, predicador de la Reina, en
la cual escribía a su General que si Su Rsma. asistiese con su favor a la pretensión
de los Descalzos portugueses, haría a la Reina un gran servicio, porque tomaba
aquella pretensión con grande empeño.
Llegado el P. Prior a Roma, dió al P. General dominico la carta: el cual, sin que
el P. Prior lo supiese, encargó al P. Maestro González ya nombrado que asistiese a
los Padres portugueses, si hubiesen menester su industria. Era grande la de este
Padre, y no corto su poder en aquella corte. Pero como el P. Prior no sabía de lo que
le había encargado el P. General, y del poder del mismo P. General no fiaba mucho,
no fió tampoco mucho de la carta que le había traído: mayormente viendo que valían
tan poco cartas de reyes que eran más, no fué mucho fiase poco del favor del
General que era menos.
Pero Dios, en cuyos caminos se topa tal vez la esperanza, aun cuando se camina
a la desesperación, quiso que la carta del P. General dominico fuese la que ayudase
más a este negocio. Envió el P. Mtro. González a decir al P. Prior, cuando le
vió más ahogado, que su General le había encargado le asistiese en virtud de la dicha
carta, y que él ofrecía su industria para todo lo que se ofreciese. A este recado
respondió el P. Prior buscando al P. Mtro., a quien, por la aceptación que tenía con
el Embajador de España, le fué fácil reducir a éste, no sólo a que no contrariase a
los Padres portugueses, sino que mandase deshacer las diligencias que se habían de
su parte hecho en contrariarlos.
Con esto se mejoró el pleito mucho: porque, por lo menos, a los que por vía del
Embajador los contrariaban se les quitó este estorbo. Pero los Padres Calzados, ya
con sus informes, ya con sus papeles, lo barajaron de suerte, que estuvo el pleito
segunda vez a riesgo de perderse. Decían que el P. Prior, quien para conseguir su
intento afirmaba tener cuatro fundaciones, no tenía ni tan sola una: que esta