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COLECCION ESCUELA DIPLOMATICA_NUM 18

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3.1. LA ACCIÓN CULTURAL EXTERIOR DE ESPAÑA<br />

apuntan hacia una superación de los rigores de<br />

hace treinta años. España, cuyas artes casi siempre<br />

han sido muy vitales, no debe perder la ocasión<br />

de seguir presente a los ojos del gran público<br />

extranjero, tanto por su acervo cultural del pasado<br />

como por la capacidad creativa del presente.<br />

Pero a la hora de escoger qué es lo que conviene<br />

apoyar hay que tener presente que aridez no es lo<br />

mismo que calidad. Se puede y se debe sacrificar lo<br />

primero sin perjuicio de lo segundo.<br />

3. Una cultura también moderna. Quiero decir<br />

con esto que la cultura española siempre tuvo<br />

elementos de vigorosa capacidad innovadora y<br />

práctica: cuando en el siglo X los ingleses seguían<br />

haciendo fortificaciones de madera y tierra<br />

apisonada, en tierras sorianas se levantaba<br />

el castillo de Gormaz, de piedra labrada; el salto<br />

físico hacia las Indias fue precedido y acompañado<br />

de un vasto acopio intelectual de saberes y<br />

técnicas (navegación, cartografía, leyes, etc.). Y<br />

sin embargo nosotros mismos hemos olvidado<br />

ese lado enérgico y precursor de nuestro acontecer<br />

cultural, con lo que malamente podíamos<br />

mostrarlo al extranjero. ¿Quién sabe que la presa<br />

de Tibi de 1590 fue durante tres siglos la más<br />

alta del mundo, o que la de Elche del XVII es la<br />

primera presa de bóveda? Costaría muy poco<br />

dinero encargar al mejor especialista del mundo<br />

en fotografía de arquitectura e ingeniería un<br />

millar de imágenes de edificaciones imponentes<br />

–desde el siglo X hasta 1998, desde los puentes<br />

del Tajo hasta los bastiones de Cartagena de Indias-<br />

y pasear la exposición por el extranjero.<br />

Ajustaría la imagen cultural de España y animaría<br />

más a nuestros posibles clientes que las fotos<br />

del Lute que todavía seguimos exportando.<br />

4. Una cultura integradora, no agresiva. Hay<br />

que tener presente que uno de los grandes temores<br />

post-modernos es la aniquilación de las<br />

culturas minoritarias por el superior peso económico<br />

y técnico de otras culturas y en particular<br />

la estadounidense. El que ese miedo esté<br />

fundado en la razón o no es algo irrelevante; el<br />

caso es que existe. También existe otra inquietud:<br />

la de los que preven un “choque de civilizaciones”<br />

inminente (Huntington, etc.). Pues<br />

bien, España puede alegar que su imperio fue<br />

más poblador y más permeable por el substrato<br />

autóctono que ningún otro, por lo que la cultura<br />

resultante es mucho más integradora.<br />

De hecho la cultura hispánica es en cierta medida<br />

una cultura mestiza. Pero al llegar aquí surge una<br />

vez más la doble pregunta: ¿en qué medida? y<br />

¿conviene políticamente subrayarlo? La primera<br />

cuestión lleva a un debate intelectual que se sale<br />

de este marco (Castro y Albornoz, criollismo y<br />

mestizaje, occidentalismo y ecumenismo, europeísmo,<br />

mediterraneísmo y atlantismo, etc.). La<br />

segunda duda, referida a la oportunidad política<br />

de ligar nuestros destinos culturales a Iberoamérica,<br />

siempre nos asaltará de forma recurrente.<br />

Pero es un hecho innegable que España sin su<br />

proyección lingüística y cultural en ultramar no<br />

sería hoy más que Polonia, nuestro estricto equivalente<br />

en población, superficie e importancia<br />

geoestratégica. Y si hoy España representa algo<br />

más es porque comparte mucho, casi todo, con<br />

otras naciones de América e incluso del Mediterráneo.<br />

Si una película española tuviese el mismo<br />

éxito en Buenos Aires o en Roma que una<br />

película de Hollywood muy taquillera, no estaría<br />

imponiendo un modo de vida ajeno, rupturista o<br />

futurista, sino algo esencialmente integrador y<br />

asumible por quien recibe la influencia. Ese argumento<br />

político, por muy discutible que sea, lo<br />

emplean los franceses a diario, asegurando que<br />

su cultura es complementaria de todas las demás,<br />

no invasora. Nosotros podríamos usarlo también,<br />

y con más razón que otros.<br />

5. Hay que afrontar otro dilema más: ¿concentramos<br />

nuestros esfuerzos en fomentar lo que ya<br />

suscita interés en el extranjero o en dar a conocer<br />

lo aún desconocido, o lo injustamente postergado?<br />

En cada cultura nacional hay creadores<br />

igualmente apreciados en casa pero muy desigualmente<br />

recibidos fuera. Así, García Lorca es<br />

muy conocido en el extranjero y de Antonio Machado<br />

nadie ha oído hablar más allá de nuestras<br />

fronteras lingüísticas. No sabemos bien el porqué<br />

de esta disparidad pero el asunto es ya más académico<br />

que práctico. En cambio habrá que actuar<br />

apoyando o no ciertas formas culturales de hoy<br />

poco conocidas en el extranjero. Lo más practico<br />

será imitar a los inversores ricos (y rica es nuestra<br />

cultura), que colocan el 80% de sus recursos en<br />

valores seguros y un 20% en “capital riesgo”.<br />

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