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COLECCION ESCUELA DIPLOMATICA_NUM 18

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1.6. QUÉ QUEREMOS DECIR CUANDO DECIMOS ESPAÑA<br />

la hora de describir las imágenes de España 5 .<br />

No parece que haya ningún país normal, ni en<br />

Europa ni fuera de ella. Por centrarnos en los<br />

países europeos con los que podemos compararnos,<br />

por tamaño y relevancia, ¿qué tienen<br />

de normal –o de anormal- Francia, Gran Bretaña,<br />

Alemania, Italia o Polonia?<br />

En tiempos recientes, la percepción de la excepcionalidad<br />

española venía determinada<br />

por el aislamiento de España en el siglo XX.<br />

Sin embargo, este aislamiento no vino causado<br />

por una supuesta naturaleza de lo español<br />

reacia a confundirse con las demás sociedades<br />

occidentales. El aislamiento se debió a decisiones<br />

políticas tomadas en el siglo XX al calor<br />

de la obsesión con la idea de decadencia y<br />

la necesidad de no dilapidar en el exterior las<br />

fuerzas españolas, como supuestamente había<br />

ocurrido en los siglos XVI y XVII. Teníamos<br />

que ser distintos porque en algún gran momento<br />

de nuestra historia quisimos ser únicos.<br />

Todo esto se ha acabado y hoy España ha pasado<br />

a formar parte del selecto grupo de naciones<br />

occidentales superdesarrolladas con un (glorioso)<br />

pasado imperial. Los recelos del pasado no<br />

se han disipado del todo. Gran Bretaña, Francia<br />

e Italia siguen mirando a España con desconfianza.<br />

A pesar del tiempo transcurrido, no han<br />

olvidado su grandeza y piensan en España como<br />

un posible competidor, y no de los menores.<br />

Probablemente conocen España mejor de lo que<br />

los españoles conocen las fortalezas y las debilidades<br />

de estos países vecinos.<br />

Así como la política exterior de un país es prolongación<br />

de la política interna, en la percepción<br />

que los españoles tienen de España debería<br />

ser más determinante lo que España es en<br />

realidad que lo que en los demás países se dice<br />

que es. La dificultad reside en que sobre la percepción<br />

que los españoles tienen de la realidad<br />

de su país se proyecta un debate de alto voltaje<br />

emocional, estético y político que ha recorrido,<br />

casi nunca para bien, todo el siglo XX.<br />

La crisis de la cultura occidental ocurrida a finales<br />

del siglo XIX recibió en España recibe el<br />

nombre de “crisis del 98”. Fue una crisis de valores<br />

que acompañó a la puesta en cuestión del<br />

racionalismo y del liberalismo. Los regímenes<br />

liberales -entre los cuales el español era un buen<br />

modelo- emprendían el camino difícil de la democratización.<br />

Como en muchos otros países,<br />

esta crisis general llevó en España a un cuestionamiento<br />

radical de las instituciones liberales y<br />

de la acción política. Aquí cuajó en una puesta<br />

en duda de la propia existencia de la nación española.<br />

De ahí surgen tendencias muy arraigadas<br />

en la vida política, social y cultural española,<br />

como el regeneracionismo –versión española<br />

del populismo antipolítico-, el antiliberalismo o<br />

los nacionalismos periféricos. Todas ellos tienen<br />

algo en común: la idea de que la nación española<br />

no existe o ha fracasado.<br />

Como era casi irremediable dada la premisa, se<br />

politizó la noción misma de España y con ella las<br />

instituciones y los símbolos nacionales. Un sector<br />

de las elites españolas se empeñó en identificar<br />

lo español, sus instituciones propias y sus<br />

símbolos, exclusivamente con la tradición y,<br />

dentro de esta, con una determinada idea exclusivamente<br />

“católica” y “castellana” de lo<br />

español. Otro sector pretendió emanciparse de<br />

la nación tradicional y desde entonces aspira a<br />

conjugar sin contradicciones el jacobinismo con<br />

la exaltación nacionalista de las supuestas nacionalidades<br />

aplastadas por la España “tradicional”.<br />

El primer proyecto, artificial y excluyente de<br />

una parte gigantesca de la historia y la identidad<br />

españolas, se asfixió sin remedio en un<br />

conservadurismo fosilizado. Hoy en día es una<br />

reliquia. El otro, en cambio, ha acabado identificándose<br />

con la democracia constitucional. El<br />

resultado es que la democracia española no se<br />

sustenta sobre una idea compartida de nación.<br />

5 Para la “normalización” de España, ver LAMO DE ESPINOSA, EMILIO, “La normalización de España. España, Europa y la modernidad”,<br />

en Claves de la Razón Práctica, nº 111, 2000, pp. 4-17. Sobre la imagen de España, ver, entre una abundante bibliografía, SAZ, ISMAEL<br />

(ed.), España: la mirada del otro, Ayer nº 31, 1998. Ver también NOYA, JAVIER, La imagen de España en el Exterior. Estado de la cuestión,<br />

Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, 2002, así como NOYA, JAVIER, Proyecto Marca España, Real Instituto<br />

Elcano, 2003.<br />

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