COLECCION ESCUELA DIPLOMATICA_NUM 18
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CAPÍTULO 1 > EL RETO DE LA DIPLOMACIA PÚBLICA. LA MARCA ESPAÑA<br />
internacional. Al concepto de poder blando, que<br />
ha sido discutido frecuentemente en la doctrina<br />
por su reducida elaboración teórica 4 , se han sumado<br />
nuevos conceptos. Noya (2010: 148), referente<br />
español en esta materia, prefiere hablar<br />
de poder simbólico, en cuanto que es percibido<br />
y genera legitimación en otros. Anne-Marie<br />
Slaughter (2011), Profesora de Princeton que fue<br />
Directora de Planificación del Departamento de<br />
Estado norteamericano, también reivindica un<br />
nuevo concepto, poder colaborativo, que define<br />
como el poder de muchos de hacer juntos lo que<br />
uno no puede hacer sólo y que presenta como<br />
una evolución del poder blando. En la misma<br />
línea Peter Van Ham (2010: 4) habla de "social<br />
power," en cuanto que busca sus objetivos no<br />
frente a los intereses de otros sino involucrando<br />
a otros actores. Sharp power, Sweet power,<br />
sticky power… la lista de denominaciones es infinita<br />
(Russell Mead, 2004).<br />
A pesar de la necesidad de establecer elementos<br />
definitorios distintivos entre los distintos conceptos,<br />
la realidad es que no se pueden entender<br />
unos sin los otros y su relación, aunque sea<br />
compleja y difícil de limitar, es evidente. Como<br />
señala Mattern (citado por Noya, 2010: 142), el<br />
poder blando (o cualquier otro concepto asimilable)<br />
es realmente una continuación del poder<br />
duro mediante medios distintos.<br />
Los cambios en el ejercicio del poder<br />
En este nuevo ambiente, establecido por la sociedad<br />
del conocimiento, los Estados, para poder<br />
mantener su papel en la arena internacional,<br />
necesitarán reconocer la labor de nuevos<br />
actores, especialmente de la opinión pública internacional;<br />
diseñar nuevas estrategias, destinadas<br />
a organizar el programa político (la agenda)<br />
y sentar las bases para el diálogo; calcular de<br />
otra forma los tiempos, mientras el poder duro<br />
iba dirigido a producir resultados a corto plazo<br />
el poder blando logra sus objetivos en el largo<br />
plazo; utilizar nuevas herramientas, hasta ahora<br />
poco habituales en el ámbito diplomático; e<br />
incluso repensar su misión, que hoy va mucho<br />
más allá de la representación oficial del Estado<br />
ante otro Estado, o ante los organismos internacionales,<br />
y pasa por la promoción exterior<br />
de los intereses nacionales e internacionales de<br />
sus ciudadanos y empresas, en campos como el<br />
económico o el turístico, la cooperación internacional<br />
o la promoción de la democracia, entre<br />
otros.<br />
Vamos a ver los aspectos más relevantes.<br />
Nuevos actores<br />
Como hemos visto uno de los efectos más claros<br />
de los cambios en las estructuras sociales<br />
es la aparición de nuevos actores que ejercen el<br />
poder, de manera directa o indirecta. Es en las<br />
relaciones internacionales donde de una forma<br />
más institucionalizada se está llevando a cabo.<br />
Aunque los efectos de la llamada tercera revolución<br />
industrial sobre los gobiernos centrales aún<br />
se encuentran en sus primeras etapas, “…la soberanía<br />
está en crisis. Por un lado, asediada por<br />
diferentes definiciones, por numerosas entidades<br />
o por fuentes de autoridad y por otro por su<br />
ejercicio por parte de actores cuya lealtad sería<br />
ideológicamente y territorialmente diversa: el<br />
concepto de soberanía en el sentido westfaliano<br />
se enfrenta a un cambio radical y quizás irrevocable.”<br />
(Jacobsen, Sampford y Thakur citados<br />
por Manfredi, 2011). Esta crisis está provocando<br />
una “reubicación de la autoridad” hacia actores<br />
no estatales (Rosenau citado por Kelley, 2010).<br />
De Ugarte (2009), ve el Estado como una institución<br />
con fecha de caducidad que será sustituido<br />
por una nueva institucionalidad. Otros<br />
abogan por superar esta mentalidad que sólo<br />
piensa en términos de entidades institucionalmente<br />
sustituibles por el Estado (Ruggie, 1993),<br />
y proponen modelos más complejos de comunidades<br />
y gobiernos superpuestos (Dyson, 1998).<br />
De momento, no se trata de cuestionar la existencia<br />
del Estado soberano, cuyo nivel de resiliencia<br />
constatan la teoría y la práctica (Giddens<br />
citado por Dahrendorf, 1999), sino de ver cómo<br />
se están alterando su centralidad y sus funciones.<br />
Aunque el Estado permanece en el centro<br />
del poder mundial, “nunca hasta ahora habían<br />
4 Ver Javier Noya, Diplomacia pública para el siglo XXI, Ariel, 2010. Páginas 138-140<br />
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