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COLECCION ESCUELA DIPLOMATICA_NUM 18

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3.6. El flamenco marca la diferencia<br />

cultural de España<br />

Francisco Perujo<br />

PERIODISTA. EX DIRECTOR GENERAL DE LA OFICINA DEL PORTAVOZ DEL GOBIERNO DE ANDALUCÍA<br />

El flamenco inscribió su nombre en la lista representativa<br />

del Patrimonio Cultural Inmaterial<br />

de la Humanidad de la Unesco el 16 de noviembre<br />

de 2010. Fue una decisión esperada. La<br />

constatación de una evidencia. El reflejo de una<br />

realidad a la que faltaba solamente el formalismo<br />

de su inclusión en el olimpo de las expresiones<br />

artísticas más importantes de los cinco<br />

continentes. No constituyó el anuncio de la<br />

Asamblea de este organismo internacional para<br />

la Educación, la Ciencia y la Cultura reunida<br />

en Nairobi (Kenia) una sorpresa para la extensa<br />

(numerosa) y extendida (en todo el mundo)<br />

legión de aficionados, amantes, intérpretes, estudiosos<br />

y seguidores de una expresión artística<br />

compleja y única, profesionalizada y comercial,<br />

que va más allá de la música y del país (España)<br />

en donde encontró, por la acumulación de distintas<br />

causas históricas, sociológicas, culturales<br />

y antropológicas, su génesis.<br />

La Unesco ponía las cosas en su sitio. Se reconocía<br />

al flamenco un hueco en la cultura mundial<br />

que ya ocupaba. Sería incauto pensar un repositorio<br />

que contuviera las manifestaciones culturales<br />

más representativas del mundo en ausencia<br />

de este arte, que no está en peligro de extinción,<br />

sino inmerso en un proceso permanente de renovación<br />

conceptual e internacionalización en<br />

todas las direcciones. España, como país, había<br />

presentado y defendido la candidatura del flamenco,<br />

consciente de que el éste había defendido<br />

la candidatura de la cultura andaluza en todo<br />

el mundo desde hace décadas.<br />

Sin duda, los estados de opinión colectivos, las<br />

apetencias individualizadas que articulan nuestras<br />

elecciones e, incluso, las motivaciones que<br />

desencadenan, en el terreno de lo material, las<br />

pautas de consumo, se nutren del componente<br />

común de valores y criterios que no siempre están<br />

conectados al universo de lo concreto, de lo<br />

perceptible a simple vista, sino que dependen de<br />

valores intangibles, inmateriales. Unos atributos<br />

que componen nuestra personalidad, determinan<br />

nuestros gustos y arropan nuestras elecciones.<br />

En el plano de los productos culturales, que rivalizan<br />

en un entorno competitivo y cambiante,<br />

lo intangible cobra un protagonismo especial. El<br />

flamenco forma parte de los valores intangibles<br />

de la cultural española. Tiene formas, estilos,<br />

modelos interpretativos, cánones estéticos<br />

clasificables, pero constituye en sí mismo un<br />

universo cultural que destaca sobre el resto de<br />

aportaciones culturales endógenas y nos proyecta<br />

hacia el exterior, adjudicando identidad y<br />

diferencia a la cultura de España en el mundo.<br />

En un entorno amenazado por las conductas y<br />

hábitos de consumo globalizados, en donde los<br />

flujos comunicativos y comerciales han desbordado<br />

los límites decimonónicos del Estado-nación,<br />

incapaz de ofrecer respuestas a escala, la<br />

existencia de una realidad cultural propia y distintiva<br />

constituye una oportunidad para perfilar<br />

la marca España.<br />

Y todo ello, en un contexto donde “la caída brutal<br />

del consumo, el acoso de la marca blanca y<br />

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