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COLECCION ESCUELA DIPLOMATICA_NUM 18

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CAPÍTULO 1 > EL RETO DE LA DIPLOMACIA PÚBLICA. LA MARCA ESPAÑA<br />

El buen nombre es el capital más importante de<br />

los Estados, de ahí que el objetivo número uno de<br />

la estrategia de comunicación de los Estados sea<br />

ser creíble. La opinión pública en temas internacionales<br />

tiende a ser una opinión poco informada<br />

pero muy arraigada, de ahí la dificultad de cambiarla.<br />

Para facilitar cualquier cambio en estos<br />

prejuicios, los mensajes deben ser auténticos,<br />

creíbles y confiables por las audiencias. Aún así<br />

hay evidencias que sugieren que estos prejuicios<br />

raramente, si es que ocurre alguna vez, cambian.<br />

Para lograr esta credibilidad nada más importante<br />

que decir siempre la verdad, o, al menos,<br />

decir sólo cosas verdaderas. El actual entorno<br />

rico en información, que es el fundamento de la<br />

repercusión del poder blando, supone también<br />

mayor transparencia y escrutinio. De esta manera<br />

“el mismo entorno que hace el poder blando<br />

efectivo puede poner de manifiesto las maniobras<br />

que están detrás de descarados intentos<br />

de influir y atraer, denunciando las consecuencias<br />

negativas de actividades pensadas para<br />

lograr la aceptación y subrayando las distancia<br />

entre lo que se dice y lo que se hace y haciendo<br />

plenamente transparente la separación entre<br />

los ideales de un país y su realidad” (Kalathil,<br />

2011). “La más potente voz de un actor internacional<br />

no es lo que dice sino aquello que realiza”<br />

(Cull citado por Manfredi 2011) y los intentos<br />

de comunicar más allá de la realidad, tratando<br />

de ocultar hechos determinantes o subrayando<br />

otros generados de forma artificial, pueden generar<br />

decepción, reduciendo nuestra credibilidad.<br />

Países como Estados Unidos, China o Rusia<br />

llevan años sufriendo sus consecuencias.<br />

En el reto de mantener la credibilidad, clave<br />

para ejercer la diplomacia pública en este nuevo<br />

entorno, la transparencia se convierte prácticamente<br />

en una obligación.<br />

Reticularidad<br />

En el poder blando no basta con la acumulación<br />

de credibilidad para momentos concretos en<br />

los que sea necesaria, hoy el poder está constantemente<br />

en acción, y es necesario ejercitar<br />

la credibilidad constantemente, siendo capaz<br />

de generar relaciones de confianza mutua, no<br />

transaccional. El número y la diversidad de los<br />

públicos y los terrenos de juego en los que se<br />

disputa ese poder blando, hace imprescindible<br />

construir y mantener relaciones de confianza,<br />

con forma de red, que duren en el tiempo e involucren<br />

a un número lo más grande posible de<br />

actores (Melgar, 2010; 49).<br />

Esta estructura de red puede dificultar a los gobernantes<br />

el mantenimiento de una disciplina<br />

coherente en los asuntos de política exterior,<br />

provocando “una mayor volatilidad de la acción<br />

pública en vez de un movimiento constante<br />

en una dirección concreta” (Nye, 2003; 93).<br />

La indefinición de una política exterior clara,<br />

junto a la falta de coordinación y de planificación<br />

estratégica, se revelan como los problemas<br />

más habituales desde esta perspectiva. En una<br />

diplomacia en red como la que se plantea, la<br />

ausencia de coordinación y planificación estratégica<br />

impide lo más importante: las sinergias<br />

entre los diversos actores involucrados. Como<br />

advierte Melgar (2010; 50), “la acción descentralizada<br />

(propia de las estructuras en red) bien<br />

puede convertirse en una miríada de acciones<br />

contradictorias que acaben por distorsionar,<br />

difuminar y hasta pervertir la imagen del país,<br />

por lo que resulta imprescindible un importante<br />

esfuerzo de coordinación”.<br />

Diálogo<br />

Si la información es la materia prima, el intercambio<br />

de información entre actores (el diálogo)<br />

se convierte en imprescindible para mantener y<br />

liderar esta estructura organizativa reticular. En<br />

este sentido, los Estados deberán no sólo compartir<br />

el escenario con estos actores no estatales,<br />

“participar”, sino que tendrán que interactuar<br />

con ellos de manera proactiva, adaptándose a<br />

sus distintas estructuras y procedimientos, sabiendo<br />

generar información y distribuirla 6 . En la<br />

6 En el nuevo escenario participar no basta, este es, por ejemplo, el problema de percepción que tradicionalmente enfrenta la diplomacia<br />

norteamericana, no sólo con George W. Bush, que, pese a su rol activo en organizaciones multilaterales que financia en gran proporción, es<br />

percibida como un participante sordo, que emplea sus reuniones en hablar sin pararse a escuchar.<br />

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