COLECCION ESCUELA DIPLOMATICA_NUM 18
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CAPÍTULO 1 > EL RETO DE LA DIPLOMACIA PÚBLICA. LA MARCA ESPAÑA<br />
Bono o George Clooney, aprovechando su fama<br />
(Cooper, 2008), otros desde el anonimato, los<br />
ciudadanos cobran cada día más importancia.<br />
Sus acciones con influencia en sus círculos de<br />
confianza, especialmente entre aquellos socialmente<br />
más activos, muestran cada día mayor<br />
eficacia en la configuración de la opinión pública,<br />
nacional e internacional. De esta manera las<br />
personas se convierten en objetivo de la diplomacia<br />
y en actores activos de la misma.<br />
En la nueva sociedad-red internacional los<br />
ciudadanos son los grandes protagonistas. Lev<br />
Grossman describe en Time Magazine el nuevo<br />
fenómeno generado por las redes sociales como<br />
"una oportunidad para construir un nuevo tipo<br />
de entendimiento internacional, no de político<br />
a político, ni de líder a líder, sino de ciudadano<br />
a ciudadano y de persona a persona” (Grossman<br />
citado por Graffy, 2009).<br />
Una vez identificados los nuevos actores de las<br />
relaciones internacionales es importante considerar<br />
las formas de relación entre los mismos y<br />
su posible institucionalización.<br />
Esther Dyson (1998) nos habla de una desintermediación<br />
de los gobiernos y retrata una sociedad<br />
global donde los interconectados (comunidades<br />
virtuales y redes que rebasan las fronteras<br />
nacionales) se superponen a las comunidades<br />
geográficas locales tradicionales en un sistema<br />
de comunidades y gobiernos entrecruzados. Estaríamos<br />
ante lo que algunos han denominado<br />
“ciberfeudalismo” formado por comunidades<br />
superpuestas y jurisdicciones que reivindican<br />
las múltiples capas de las identidades y lealtades<br />
de los ciudadanos. Una especie de vuelta a la<br />
Europa medieval en la que la lealtad se prestaba<br />
por igual a un lord local, a un duque, a un rey y<br />
al Papa y que hoy se reproduciría en un europeo<br />
que puede deber su lealtad a Gran Bretaña, París<br />
y Bruselas además de a varias cibercomunidades<br />
relacionadas con la religión, el trabajo y una<br />
serie de aficiones (Nye, 2003; 86-87). Algo que<br />
James Rosenau define como “fragmegración”,<br />
un fenómeno en el que la integración en identidades<br />
mayores convive en el tiempo con la fragmentación<br />
en comunidades más pequeñas, que<br />
pueden moverse incluso en direcciones contradictorias<br />
al mismo tiempo, según las circunstancias.<br />
Esto da lugar a coaliciones “dispares”,<br />
formadas por compañeros que desarrollan su labor<br />
en campos absolutamente diferentes, como<br />
los conocidos como “grupos antiglobalización”<br />
entre los que se pueden encontrar sindicalistas<br />
intentando proteger los empleos bien pagados<br />
de la competencia de los países pobres, ecologistas<br />
pidiendo una mayor regulación internacional,<br />
políticos de extrema izquierda buscando<br />
caminos alternativos a los de la representación,<br />
jóvenes idealistas que querían demostrar su solidaridad<br />
con los pobres, grupos independentistas<br />
e incluso anarquistas que provocaban disturbios<br />
por pura diversión y para aprovecharse...<br />
(Castells, 2009; 443-452. Juris, 2008). También<br />
es destacable el carácter temporal de las nuevas<br />
comunidades, que aparecen y desaparecen en el<br />
panorama internacional al hilo de la agenda y la<br />
presencia en la misma de los temas que les afectan<br />
como pone de manifiesto el gran número de<br />
organizaciones durmientes que refleja el Yearbook<br />
of International Organizations (2011/12), y que<br />
supone casi la mitad de las organizaciones internacionales<br />
existentes.<br />
Al bilateralismo (propio de las relaciones entre<br />
dos estados), y al multilateralismo (entendido<br />
como la relación entre varios estados) se une<br />
el polilateralismo (entendido como la relación<br />
institucionalizada entre organismos estatales,<br />
o internacionales de base estatal, con organizaciones<br />
no estatales de todo tipo). Estas relaciones<br />
polilaterales no suponen ningún tipo de<br />
reconocimiento de soberanía y se articulan en<br />
torno al establecimiento de sistemas de información,<br />
comunicación, negociación y representación<br />
(Wiseman, 2004).<br />
Este polilateralismo se podría articular en: Redes<br />
de países, Organizaciones internacionales y Redes<br />
internacionales formadas por sujetos no institucionales<br />
(Castells, 2009). De otra manera Melgar<br />
(2010; 49) lo articula en torno a mega-redes y<br />
micro-redes. Las primeras estarían formadas por<br />
los Estados y sus relaciones oficiales, a través de<br />
convenios y de una amplia gama de organismos<br />
internacionales; y las micro-redes, redes informales,<br />
en ocasiones temporales, con fines concretos<br />
y unas pautas de interacción social parti-<br />
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