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COLECCION ESCUELA DIPLOMATICA_NUM 18

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CAPÍTULO 4 > NUEVAS TENDENCIAS. LA DIPLOMACIA DE LOS CIUDADANOS<br />

durante los últimos treinta años, los de nuestra<br />

democracia, los de nuestra Constitución, los de<br />

nuestra nueva presencia internacional, los de<br />

nuestra nueva “imagen país”. Un largo ciclo donde<br />

las magnitudes económicas nos sitúan entre<br />

las cinco grandes potencias del mundo. Y aunque<br />

hace treinta años, eso significaba casi 300.000<br />

empleos directos e indirectos, ahora, con poco<br />

más de 100.000, nuestra contribución al PIB sigue<br />

manteniendo esa respetable posición. Tampoco<br />

está de más recordar que gracias a casi cien<br />

nombres de diseñadores españoles, nuestras pasarelas<br />

de mujer, de novia, de niño, de calzado,<br />

de accesorios, de joyas, de perfumes..., siguen<br />

reservándonos un lugar estratégico en ese mundo<br />

de las pasarelas que compartimos con París,<br />

Milán, Nueva York y Londres. Cantidad y calidad<br />

mejorables, pero no despreciables. Quinta, sexta<br />

o séptima potencia, somos una potencia.<br />

Dimensión, verdadera dimensión, palabras que<br />

obligan a tener en cuenta nuestra importancia. A<br />

los físicos les gusta mucho el concepto de punto<br />

de masa crítica, y ese concepto es siempre eficaz<br />

para hacer un retrato de la moda española.<br />

La calidad está íntimamente unida a la cantidad.<br />

Probablemente, si no tuviésemos mercado suficiente,<br />

no nos saldrían las cuentas. Necesitamos<br />

una dimensión nacional para ser internacionales<br />

y esa dimensión misma establece las normas de<br />

nuestra competencia. Durante treinta años fuimos<br />

un excelente mercado nacional, ahora esa<br />

misma dimensión nos haría pequeños globalmente.<br />

Necesitamos exportar para seguir siendo<br />

grandes. Estamos en un momento concreto de la<br />

globalización en el que exportar “España” significa<br />

exportar calidad en sustitución de exportar<br />

cantidad. No podemos exportar cantidad si no es<br />

con una marca de calidad. En moda hoy, o España<br />

es calidad o no exportará nada.<br />

España es moda. Lo es porque hay una moda<br />

española. La hay empresarialmente, pero sobre<br />

todo la hay culturalmente. Un país es lo que<br />

come, porque eso establece su relación con la<br />

comida, con la producción económica de sus<br />

alimentos, y de ahí -salto cualitativo- con su<br />

gastronomía. España es lo que viste, porque un<br />

país es también como se viste. Aquello de lo que<br />

vestimos es de lo que vivimos, diría apresuradamente<br />

un aprendiz de sociólogo que terminase<br />

de leer “El proceso de la civilización” de Norbert<br />

Elias. Sean influencias del flamenco, de la ropa<br />

del campo andaluz, del folklore catalán o mallorquín,<br />

éstas son las que harán que nuestras señas<br />

de identidad sean percibidas como originales o<br />

contaminadas, como antiguas o recién importadas.<br />

La antigüedad de nuestras referencias es<br />

lo que -otra vez hay que subrayar que estamos<br />

en un mundo globalizado, en una aldea globalnos<br />

darán la diferencia, la “personalidad”. Claro<br />

que hay muchas influencias para cristalizar físicamente<br />

esa personalidad, pero querer negar el<br />

protagonismo del traje, de la moda, es una mezquindad<br />

muy rebatible. “Dime como te vistes y<br />

te diré cual es tu renta per capita”<br />

Francia aparece siempre que intentamos subrayar<br />

un ejemplo internacional de eficacia en<br />

la identificación entre un país y una metáfora,<br />

entre un país y un símbolo de él. Se dice de la<br />

moda francesa, como se dice de la grandeur, o<br />

de su gastronomía, en el sentido de explicar que<br />

Francia es eso precisamente, una civilización que<br />

es reconocida, que se siente orgullosa de presentarse<br />

así misma así. Y también “Fortuny”, ese<br />

Mariano Fortuny Madrazo, granadino y parisino<br />

y veneciano, que también representa en su excepcionalidad<br />

una norma muy española. Porque<br />

también en España se dan casos de hombres delicados,<br />

cultos, sensibles, afamados coleccionistas<br />

de tejidos, de vestidos o de inventos para la<br />

moda. Su obra, su legado, su museo, sus patentes,<br />

su memoria, escenifican otro genio español<br />

dedicado a la moda, otro eslabón en la larguísima<br />

cadena de nuestra presencia internacional en<br />

esta especialidad durante siglos.<br />

Genio, genio español, por supuesto, una de esas<br />

palabras sospechosas para un antropólogo pero,<br />

precisamente por eso, tan eficaces a la hora de<br />

construir un símbolo para un escritor, para un<br />

poeta. Se decía que nuestro genio nos salvaría en<br />

los momentos límites (como una anticipación,<br />

avant la lettre, en nuestro ADN de la tesis más antropológicamente<br />

optimista de Joseph Schumpeter).<br />

La conversión de “genio” en “genialidad”<br />

es la medida de nuestro éxito internacional. Quizás<br />

nuestros escépticos observadores internacionales<br />

no quieran percibir generosamente nuestro<br />

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